Toda actividad o trabajo que se realiza para obtener un beneficio, comprando y vendiendo mercancías o servicios. Ésta es la noción de negocio, la única que debería existir y que sería humanamente concebible. La historia, sin embargo, nos enseña otra realidad. El deseo insaciable de lucro, la avaricia y la sed de poder han llevado al ser humano, desde los tiempos más antiguos, a hacer negocios con sus propios pares, vendiéndolos, comprándolos, cediéndolos por extinguir deudas, traficándolos, explotándolos y disponiendo de ellos arrogándose los mismos poderes atribuidos al derecho de propiedad.

La trata de personas no sólo es un negocio ilegal, sino que constituye una grave violación de derechos humanos que atenta a la dignidad de la persona. Es un delito tipificado en casi la totalidad de los ordenamientos jurídicos, aunque en algunos países, tales como Libia y Yemen, la ley no criminaliza de manera exhaustiva todas las formas de trata, resultando incoherente con el derecho internacional. El instrumento normativo por excelencia en la lucha contra la trata de personas, a nivel global, es el llamado Protocolo de Palermo, adoptado por Naciones Unidas en el año 2000, para prevenir y combatir la trata de personas, con especial atención a mujeres, niñas y niños. En efecto, según las estimaciones de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el 70% de las víctimas de trata son mujeres y niñas y, en general, una de cada tres víctimas es menor de edad.

De acuerdo con la definición proporcionada por el Protocolo de Palermo, se entiende por trata de personas la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza, al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. La explotación, que es uno de los elementos distintivos de la trata, puede manifestarse en varias formas: explotación sexual, trabajo forzoso, esclavitud y prácticas análogas a la esclavitud, servidumbre y extracción de órganos, entre otras. La forma más difundida es la explotación sexual, a la que han resultado sometidas el 50% de las víctimas detectadas mundialmente en 2018. No es difícil de adivinar quienes son las víctimas mayoritarias de este tipo de actividad ilícita, siendo la dimensión de género un aspecto decisivo a la hora de llevar a cabo la conducta delictiva para perseguir unos fines o bien otros. Por un lado, las mujeres y las niñas representan el blanco privilegiado de traficantes sin escrúpulos que buscan beneficios económicos explotándolas sexualmente. Por otro lado, la mayoría de los varones, adultos y niños se ven sometidos a formas de explotación laboral. Ello no quita que también los varones estén explotados con fines sexuales o de otra naturaleza y que las mujeres puedan ser víctimas de explotación con fines de trabajo forzoso u otros fines.

A lo largo de 2018, el año más reciente del que se dispone de estadísticas, se detectaron unas 50.000 personas víctimas de trata en 148 países; lo cual, sin embargo, no revela la real magnitud del fenómeno, que sigue quedando oculto en los numerosos supuestos en los que no haya denuncia o no se puedan identificar casos. La de la trata es una red invisible, que se derrama insidiosa y silenciosamente. Encuentra terreno fértil en contextos de mayor vulnerabilidad, como pueden ser las situaciones de crisis humanitaria, de conflicto, de pobreza, de desplazamiento y otras circunstancias que llevan a los traficantes a aprovecharse de las condiciones de dificultad de las potenciales víctimas.

El 23 de septiembre de cada año se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, especialmente de mujeres, niñas y niños. Ello para recordar y concienciar de esta terrible realidad que atrapa a millones de personas en lo que se conoce como Esclavitud Moderna. Las personas traficadas están destinadas a verse privadas de su libertad y poder decisional, sometidas a formas de explotación y abusos, agredidas en su dignidad y forzadas a realizar en condiciones deshumanas las actividades, incluso ilícitas, que se les encomienda. Son ejemplos de esclavitud moderna la explotación sexual, el trabajo forzoso y servil, la servidumbre doméstica, el matrimonio forzado y el matrimonio infantil, la mendicidad forzada, el reclutamiento y la utilización de niños/as soldados, etc. Se estima que alrededor de 50 millones de personas en el mundo se encuentran en situación de esclavitud y que este negocio ilícito genera unas ganancias anuales de 150 mil millones de dólares.

Las repercusiones y secuelas físicas, psicológicas y emocionales sobre las víctimas son terribles. Una vez identificadas y rescatadas, el desafío mayor es brindarles la protección y proporcionarles los servicios de apoyo necesarios para acompañarles en su proceso de recuperación. Consciente de la complejidad de la situación y del reto que todo ello supone, Fundación por la Justicia ha decidido proponer con uno de sus proyectos, Benvingudes, el diseño participativo de un itinerario de acogida y atención integral para promover la integración social de mujeres víctimas de trata y de sus hijos e hijas en el territorio de la Comunitat Valenciana, para que las personas atendidas puedan retomar su propia vida, volver a empezar y ejercer los derechos de los que todas las personas somos titulares.