Mañana se celebra el Día Internacional contra el Cambio Climático, uno de esas fechas marcadas en el calendario para recordarnos algunos de los retos que tenemos como sociedad.

España forma parte de los diferentes pactos firmados a nivel internacional y a nivel europeo y todas las administraciones han asumido los compromisos de reducción de emisiones.

La cuestión a debate entonces es el cómo lo hacemos, con qué herramientas y cómo compatibilizamos este reto con grandes desafíos que tenemos como ciudad, haciendo frente a una inflación histórica, a los problemas de la dependencia energética y de forma que todos seamos partícipes, porque la lucha contra el cambio climático implica ahora también ahorro, eficiencia y autonomía energética. Y el camino que elijamos para afrontarlo no puede ser en ningún caso ideológico y excluyente, si no pragmático e inclusivo.

La sostenibilidad debe y puede ser perfectamente compatible con un progreso del que todos se puedan beneficiar. Y eso es a lo que debe aspirar la ciudad de Valencia, una ciudad más sostenible, más competitiva y más humana.

En el barómetro del CIS de septiembre, más del 80% declaraba estar preocupado por el cambio climático mucho o bastante. La mayoría de ciudadanos quieren ser más sostenibles, por conciencia y porque además supone también ahorrar energía en un momento en que no podemos asumir unos precios disparados.

Sin embargo, también todos sabemos que instalar placas solares, cambiar ventanas, cambiar la caldera, aislar la fachada y comprar un coche eléctrico, es muy caro y no es accesible para muchos vecinos, incluso con las subvenciones actuales. Y que la solución para muchos es apagar la calefacción y dejar el coche en casa.

Por eso, lo que no es razonable es que las medidas para tener una ciudad más sostenible pasen por crear nuevos impuestos, incrementar tasas y poner peajes a los vehículos que tengan emisiones. En vez de ayudar de forma decidida a que todos, absolutamente todos, podemos participar del cambio verde. Porque entonces creamos un ecologismo elitista que acaban pagando mediante los nuevos impuestos quienes no se lo pueden permitir.

Tenemos que fomentar e incentivar esas energías renovables por ahorro, eficiencia y autonomía, pero no desde la sanción. Debemos aprovechar todas las oportunidades que nos brindan estas energías y la economía circular como sector de innovación y generador de empleo de calidad.

Valencia tiene todas las condiciones para poder crear ese polo de innovación y tractor de nuevas economías en auge.

Para eso, Valencia debe ser atractiva para la innovación y para el talento, bajando impuestos, reduciendo barreras administrativas, aprovechando las oportunidades formativas y recuperando la dirección de los motores económicos como Feria Valencia y La Marina, grandes activos que Ribó ha perdido por fobias personales.

Una ciudad segura, limpia, próspera, que ponga en valor su cultura, su patrimonio y su excelente gastronomía.

Es urgente un Ayuntamiento que se crea Valencia y que reivindique ante el Gobierno central y la Generalitat las infraestructuras y las conexiones que le permitan ser la capital europea del Mediterráneo.

Esa ciudad líder requiere de un proyecto de ciudad dialogado con vecinos y comercios, equilibrada y vertebrada, que cuente con un sistema de movilidad digno y confiable y que cuente con las personas que viven en los barrios y las pedanías.

Valencia debe ser una ciudad para vivirla y capaz de hacer frente al reto demográfico, al de acceso a la vivienda, al del fomento de la natalidad, la conciliación y los cuidados de nuestros mayores.

Hace ahora 65 años, Valencia afrontó el ingente desafío que provocó la Riuà de 1957. Con el esfuerzo de todos los valencianos, la ciudad inició un cambio completo, de concepción y morfología.

Como culminación de aquella gran transformación, este jueves Valencia aspira a ser capital verde europea en 2024 y, de serlo, debemos celebrarlo como un gran éxito colectivo, de muchos años de trabajo de diferentes Gobiernos.

Como muestra, valgan los 3 millones de m2 de espacios verdes que pusieron en marcha los gobiernos del Partido Popular en la ciudad, los 11 tramos de los 16 del antiguo cauce del Turia, el inicio de las nuevas formas de movilidad, como el Valenbisi, las redes de saneamiento o los compromisos de reducción de emisiones de 2009.

Pero esto solo marca un inicio.

Empecemos ahora una nueva transformación de la ciudad, un proyecto ilusionante y atractivo, que cuente con todos y que culmine con una Valencia líder en el Mediterráneo de la que sentirnos orgullosos.

Esa es mi apuesta y el compromiso por el que voy a seguir trabajando.