El PP inclina la balanza

Segunda jornada en València de la convención del PP

Segunda jornada en València de la convención del PP / E. Ripoll

Alfons Garcia

Alfons Garcia

La consultora Llorente y Cuenca difundió la pasada semana un informe a partir de encuestas del último año en diferentes autonomías en el que situaba a la Comunitat Valenciana entre aquellas en el alero, con posibilidades de repetir la izquierda, pero también de perder. Nada nuevo, pero que corrobora que pequeños detalles pueden inclinar la balanza. Y el PP empezó a hacerlo este fin de semana con un acto poderoso en el icono del viejo PP valenciano (la Ciudad de las Artes), con todos los referentes del partido de antes y de ahora (salvo Pablo Casado, claro). Tras algunos patinazos (el de la religión musulmana, el más clamoroso), Alberto Núñez Feijóo trata de recuperar la imagen centrada, de gestor ajeno a ideologías fuertes (eso ya sería una ideología, pero ese es otro debate) para un proyecto de espectro amplio, donde caben desde Aznar hasta Rajoy, desde la airada Ayuso al discreto Juanma Moreno. Y evidencia que se va a esforzar por conquistar València y la C. Valenciana como enseñas del asalto a la Moncloa. Eso significa que va a estar muy presente y que va a hacer todo lo posible para que el 28 de mayo se sienta en tierra valenciana que se está votando sobre todo contra Pedro Sánchez.

Esa es la campaña que presenta el PP para la C. Valenciana, dura y españolizada, porque ahí está su ventaja: Feijóo y Génova son pilares sobre los que Carlos Mazón puede crecer. No gobiernan ni en España ni en la C. Valenciana, así que todo son ventajas cuando solo caben la crítica (a los que están ahora) y la promesa.

Y en esa jugada está el problema para Ximo Puig, porque los suyos sí que mandan en Madrid y eso, ahora y en el pasado, es sinónimo de problemas, porque el gran centro pocas veces es un aliado. Es lógico porque ha de hacer converger los intereses de muchos y casi nunca es posible. Pero el problema es que tampoco ha habido un cambio de mentalidad con este Gobierno, a pesar de la etiqueta de federalista y de que haya puesto más dinero para las comunidades. A la hora de tomar decisiones especialmente sensibles para los territorios (como el trasvase o la financiación) no hay un debate claro de igual a igual antes de ejecutar. Moncloa, se ha visto, vuelve a actuar como gran señor. Las dinámicas son las mismas y ese es un problema para Puig, que ha de vérselas solo con un PP hipervitaminado desde el centro.

Pero no todo ha sido malo para Puig. Lo positivo es que si los populares reivindican su experiencia y legado, estos días también han dejado claro que el PPCV tiene varias almas en pena rondando, como los tres expresidentes investigados, los grandes desaparecidos de la convención, o como el viejo PP que arropó a Rita Barberá. ¿Sirve de algo más que de fanfarria la rehabilitación de la exalacaldesa si de aquellos que fueron sus compañeros más cercanos no se ve a casi nadie ya?

Se puede decir, visto lo visto, que la esperanza de Puig y Joan Ribó va a ser la memoria (de los valencianos). Porque ni Mazón ni María José Catalá emergen de este fin de semana como candidatos deslumbrantes. Tomar la bandera ayusista de la libertad para ofrecer nuevas glorias a España, como hizo la candidata a la alcaldía, no tiene mucho de sorprendente. Pintar un infierno en suelo valenciano, como hizo el aspirante a president, no parece que sea la percepción de la calle. Es mi opinión, pero decir que las listas de espera de los hospitales y la dependencia, lo del agua, la financiación y las infraestructuras va fatal y ofrecer que todo va a ir mejor con el PP cuando esas mismas listas de espera y esos problemas existían (diría que en versión aumentada, pero dejémoslo ahí) es fiar demasiado a una pérdida de memoria de los valencianos.

De momento, el PP ha empezado a inclinar la balanza. Que tiemble Puig, dijo Mazón. Si no ha de temblar, al menos este fin de semana puede haber olfateado que con la gestión puede que no baste ante la artillería de todo el PP. Necesita pólvora de campaña para asentarse como la opción sólida y estable y que no se instale la imagen del cabecilla de un territorio en ruinas.

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