El sueño español

Carles Senso

Carles Senso

Antonio es el nombre ficticio de un hombre real, machista y racista. Trabaja en una planta de reciclaje de residuos en la zona metropolitana de València desde hace muchos años y sus perspectivas de poder dejar de oler a desechos cada mañana, tarde o noche, en función del turno que cumple, son escasas. Es, además, un mal compañero de trabajo, por lo que cualquiera podría aventurarse a decir que quizá, con toda esa mezcolanza como presentación, es una mala persona. 

El hecho es que Antonio, que, recuerden, es un nombre ficticio pero una persona real, recibe a una chica, nacida lejos de las fronteras patrias pero tan española como él, con palabras gruesas. “Querías igualdad, pues aquí tienes igualdad”, señalando a la basura que les rodea. “Querías sueño español, pues aquí tienes el sueño español”, evidenciando la amargura que le corroe por dentro. Ella se estrena esa noche. Padece, calla, acepta. Ve desarrollarse manchas en su piel, por los olores, por los gases. Acepta porque quiere trabajar, porque quiere aferrarse a un contrato laboral tras años de trabajos precarios sin garantías como cuidadora del hogar, como camarera, como limpiadora. Esclavizada por un sistema que excluye para marginar, que mantiene fuera de la ley para explotar.

El candidato de la extrema derecha en la reciente moción de censura, Ramón Tamames, pronunciaba sin descaro: “¿Por qué en España existen tres millones y medio de parados y todos los hispanoamericanos que vienen encuentran trabajo al día siguiente? Y todos los que vienen de Marruecos encuentran trabajo al día siguiente... Y los españoles no encuentran trabajo. Hay que estudiar eso”. A parte de ser mentira, es ruin ¿Aceptaría él trabajar por menos de mil euros al mes como asistenta del hogar, como limpiadora en una planta de residuos tóxicos o como “collidor” de naranjas? El calor y el frío en unos casos, las vejaciones, insultos e incluso agresiones en otros. Las jornadas que no acaban, la pobreza pese a trabajar.

Antonio (y también un poco Tamames, y también un poco bastante Abascal y el resto de la extrema derecha) es deleznable pero no por ostentación de poder, sino más bien por debilidad. Pese a lo que él piensa y lo que él, maleducadamente, expone. Como tantos y tantos defensores del neofascismo. “Somos superiores moralmente”, pronunció desde la tribuna de la Cámara de los Diputados el parlamentario de Vox Onofre Miralles. Superiores moralmente. Los herederos de la ideología que aniquiló a millones de personas en los campos de exterminio, los hijos de los que privatizaron la riqueza española tras usurpar el poder mediante la violencia. Superiores moralmente quienes marginan, persiguen y criminalizan a los pobres, a las mujeres, a los homosexuales y las lesbianas, a los hombres sensibles. A todo aquel que no entre en su patrón ario. 

Superior moralmente quizá se sienta Antonio, tan rodeado de basura durante años que ahora domina su lenguaje, que ahora perfuma su aliento. La migrante estaba de paso por dicho digno trabajo desarrollado por algún que otro trabajador indigno.