Hostilidad abominable

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Las estadísticas lo reflejan: las personas mayores van lanzadas. Me refiero a que cada vez se hacen con más porción en relación a las franjas de edad en danza, no a que adoren la fiebre del sábado noche.

Cuentan con una federación internacional que ha estado por esta tierra dada la concentración de abueletes por metro cuadrado y su presidente, Alain Koskas, psicólogo clínico, psicomotricista y gerontólogo ha advertido sobre algunas de las plagas que acecha al gremio entre las que destacan agresiones sexuales, maltrato financiero, telefónico, digital y hasta estafas a manos de comerciales a domicilio. Tras una descarga de tal consideración cuesta creer en gente que ayude a una viejecita a cruzar y, sin embargo, debe quedar. Cuando en Asia y África son considerados los poseedores de la sabiduría, se denuncia igualmente que en los centros formativos se utiliza poco la experiencia que acumulan, no se les escucha, llegan a pensar que han alcanzado la inutilidad y de ahí a la depre, dos pasos. De setentones en adelante los diez primeros minutos al verse están dedicados a las enfermedades. Supongo que en la federación internacional se mantendrá el rito.

El último premio Alfaguara se sumerge por estos derroteros: la hostilidad hacia la vejez por parte de una peña cada vez más longeva y la historia le ha quedado tragicómica, que es la manera fetén de encarar el tramo en cuestión. El autor lo enfatiza diciendo que «de no tener la fortuna de morir sin enterarme, por lo menos que sea a mi gusto». Dí que sí. También lo da quedar a desayunar con amigos que son de reirte sin parar y encaras el día con apetito. Ayer fue uno a costa de otro de la cuadrilla que disfruta con las sorpresas y que al cumplir los 15 de matrimonio urdió cenar en la Torre Eiffel y, a los 25, en el Harry’s Bar veneciano. Como anda al caer el aniversario indagamos y esta vez no ha tenido que preparar nada. Al día siguiente le han colocado la biopsia de próstata por lo que la noche previa ha de ponerse un enema. «¡Coño! -le dijimos-. Algo es algo».

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