Atalaya

Miguel, vuelve a casa

Alejandro Mañes

Alejandro Mañes

Con el periodo electoral, buscando a Miguel Hernández, tras pasar por su Casa Museo en Orihuela, llegamos hasta Quesada, Jaén, y, allí, en esta localidad, en el renovado Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa, donde, amablemente, nos acompañan su directora, Rosa Valiente y María José, encontramos el legado de la historia de amor, pasiones y emociones, entre Miguel y Josefina. En el mismo edificio, en el Museo Zabaleta, pintor, nacido en Quesada, queda el testimonio de la exposición Lienzo sobre verso, que se celebró en Elx, después de hacerlo en Jaén, por la colaboración con el presidente de esta Diputación, Francisco González, y en la que se conjugan, en palabras del alcalde de Elx, Carlos González, los versos del poeta universal y la obra del gran artista, Rafael Zabaleta.

Miguel Hernández, nació en Orihuela, el 30 de octubre de 1910, mientras Josefina Manresa, esposa de Miguel lo hizo en Quesada, el 2 de enero de 1916, y más tarde llegó a Orihuela, al ser trasladado su padre, guardia civil, natural de Cox, Alicante. Con la marcha de Miguel a Madrid, y tras su distanciamiento, la relación es retomada, llegando el matrimonio de ambos, y su vida en común, en Jaén, ya en la primavera de 1937, donde escribe el poema, Aceituneros, actual himno oficial de la provincia jienense. Con la guerra, Josefina queda sola con su hijo, y su único contacto son las cartas que desde la cárcel remite Miguel, hasta su muerte, por tuberculosis, el 28 de marzo de 1942, mientras, Josefina fallecería en Elx, el 18 de febrero de 1987. Ambos reposan en el cementerio municipal Nuestra Señora de los Remedios de Alicante, junto a los de su hijo Manuel Miguel, fallecido en 1984.

La exposición en el Museo incluye diferentes salas, en las que se pone en valor la figura de Miguel, como icono de los valores universales del ser humano, libertad, justicia social y solidaridad. Se recorre su infancia y juventud, oficio de pastor, estudios en el colegio jesuita, marcha a Madrid, relación con poetas y amigos, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, José María de Cossío, y Maruja Mallo, entre otros. Allí se encuentra cuando llega la guerra civil, y asume el compromiso de alistarse voluntario en las Milicias Populares, con viaje a la Unión Soviética, donde la poesía, grabada en su voz, en ocasión única, quedaría inmortalizada para siempre, dedicándose, principalmente, a labores culturales y periodísticas. Tras la guerra, llega su muerte, sufriendo un dramático «vía crucis» carcelario, que incluye la cárcel de Rosal de la Frontera, Huelva, donde compone sus hermosos versos, Nanas de la cebolla, al leer una carta de Josefina, y donde, en Alicante, coincide, ya enfermo de tuberculosis, con Antonio Armell, librepensador, apasionado de los libros, promotor de La Muntanyeta de la Xara. La búsqueda de la memoria de Miguel, nos lleva a Úbeda, donde, en el Hospital de Santiago, queda expuesta, la obra de 50 artistas plásticos, La memoria en el laberinto, en tonos blancos y negros, grandes tamaños, todos iguales, y la de 17 poetas y escritores, que el Ayuntamiento de Elx, organizó, el pasado año, con motivo del 80 aniversario del fallecimiento del poeta. Las obras son espléndidas y ponen en valor lo que Miguel Hernández advertía, en, Eterna sombra, «Yo que creí que la luz era mía, precipitado en la sombra me veo». Ilicitanos como Vicente Molina Foix o Vicente Verdú, y desde Alicante, Enrique Cerdán Tato, dan voz, con sus textos, a la profundidad de las raíces que encierra la obra poética de Miguel Hernández.

Poesía, que, en la diversidad de sus propuestas, invita siempre al encuentro, por su recorrido vital, comprometido con los firmes valores de la condición humana. Luis García Montero, advierte en las primeras palabras de su prólogo a una, Brevísima antología poética, de Miguel Hernández, «Toda escritura poética es biográfica porque la materia de la poesía es la vida». Qué mejor manera que contemplar de esta manera la inmensidad de la obra de Miguel.

Buscando a Miguel, lo encuentro, por fin, en València, en Les Drassanes del Grau, en la exposición, El poeta necessari, con Amadeu Sanchis y José María Azkárraga como comisarios, que, en el día de la inauguración, el 31 de marzo, próximo el día que fue del fallecimiento del poeta, tuvo poemas recitados, por Ana Noguera y por Marc Granell, y música de Daniel Calabuig, y que se expone hasta el día 30 de junio. Recoge la presencia inédita de Miguel Hernández en nuestra ciudad, participando en el segundo encuentro internacional de escritores para la cultura, en julio de 1937, y la exposición está dividida en diferentes capítulos, contando con la participación de diferentes especialistas, que Vicent Àlvarez valoraba con acierto, hace apenas unas fechas, en estas mismas páginas de Levante-EMV. De esta manera, en palabras de Vicente Aleixandre, premio Nobel, el poeta oriolano, «el no desaparecido», Miguel, vuelve a casa.