Ágora

La derecha por castigo

Blanca Blanquer

Blanca Blanquer

Los griegos concibieron la democracia como una forma de redención de los ciudadanos subyugados para que estos participasen en las decisión es que les afectaban; pero la democracia no deja de ser una forma jurídica que legitima los resultados electorales peo no justifica per se todas las decisiones de los elegidos.

Siempre hemos distinguido las derechas y las izquierdas. El centro, en realidad, nunca ha existido, la UCD fue una amalgama de intereses opuestos que intentaron conciliarse alrededor del carismático Suarez. Ciudadanos consiguió reunir a los que no identificándose con unos ni con otros aspiraban a un papel en la escena política; pero don Alberto no supo manejar los triunfos dejando a muchos huérfanos de partido buscando refugio en otros hogares. En los últimos años han aparecido otras derechas y otras izquierdas a las que podríamos aplicar el concepto de don Miguel de Unamuno durante su estancia en Canarias: partidillos locales con motes caprichosos que solo se diferencian entre sí por el caciquillo que sirven; taifas personales organizadas para el asalto y disfrute de cargos públicos.

Si algo las caracteriza a todos es que desconocen por igual la noción de Estado, CC AA o ayuntamiento en tanto todas ellas representan una visión globalizada del sector público; los suyo son las ideas singulares y persistentes, utopías personales no extrapolables a la sociedad porque la bondad y la justicia se basan en el equilibrio razonable entre fuerzas contrapuestas.

En el año 2019 ya contábamos con algunos nuevos partidos. Por la derecha, apareció Vox como portavoz de lo que otrora fueron valores y hoy, la mayor parte, han perdido su vigencia. Una derecha radical. Unidos Podemos fue el otro extremo, y en esta CC.VV. Compromís como sumatorio de quimeras izquierdistas, reducto del comunismo al que se unieron otras siglas que tampoco por si mismas hubieran alcanzado escaños o concejalías. El predominio de la izquierda fue incuestionable en las preferencias de los votantes.

En 2023 el vuelco electoral nos conduce a una reflexión que antepone la pregunta de por qué unos han perdido antes de el por qué otros han ganado. El peor cuatrienio de la democracia, con una epidemia y una guerra que han sacudido los cimientos de las estructuras mundiales y, especialmente las europeas; el Gobierno ha paliado sus efectos con ayudas directas e indirectas a los más afectados, bajadas del IVA, el Plan de choque contra los efectos de la guerra, establecimiento de subsidios de desempleo a mayores de 52 años y la subida del 8.5 por ciento a los pensionistas. Nuestra economía está saneada y España es hoy día una potencia a tener en cuenta en los estamentos internacionales. Es decir, que se han cumplido grandes objetivos de la política y nuestro presidente podía afrontar las elecciones del 23J con cara de triunfo.

Pero no es así. Los comicios autonómicos y municipales demuestran varias cosas; la sensibilidad colectiva muestra un cambio de tendencias que se refleja en Europa de la que nosotros somos una célula abundando los motivos reales que lo justifican. Uno de ellos es tan áspero como la matemática; y los centenares de miles de votos de Cs se han desviado claramente hacia la derecha y los perdidos por Compromís no han ido a parar al PSOE.. por haber sido el gran consentidor de una serie de decisiones tomadas por sus socios cuyos efectos no hay que buscarlos en las empresas estadísticas, sino en lo que se oye en los restaurantes, los mercados, entre los vecinos de las fincas, en cualquier lugar en que la gente se desahoga y se muestra como el eco de las palabras que se pronuncian en los hogares. El enojo de los barrios es patente; Pinedo por la depuradora que les apesta; Benimaclet por el intento de que un núcleo de ciudad retroceda a la fisonomía del pueblo; La Roqueta, modelo urbanístico y arquitectónico del ensanche puesta en la pila bautismal de los chinos; los conductores por la sectorización en carriles para bicicletas de la que no existe tradición y sin que nadie se haya molestado en averiguar cual es su verdadera utilidad; el rechazo de grandes inversiones en industrias y actividades porque no encaja con el modelo de ciudad que queremos, aunque quien tal dice no ha sido capaz de explicarnos en que consiste ese modelo… y si un largo etcétera que ha generado el descontento innecesario.

Y las políticas de igualdad de la ministra Montero. Ni el presidente Sánchez ha sido capaz de cesarla ni ella ha mostrado un mínimo de dignidad dimitiendo ante sus graves errores hasta los suyos la han sacado de su cómodo pesebre. Su feminismo ha puesto en un escaparate las intimidades de la mujer, persiste inútilmente en el ensalzamiento discriminatorio del colectivo LGTB, hoy totalmente asimilado, y si yo fuera Pilar Lima, me sentiría profundamente ofendida de que la condición de sorda y bollera se antepusiera a los muchos méritos contraídos como ideóloga y políticamente comprometida.

La sociedad puede perdonar a un mal gobierno; pero no soporta al que le aburre. La izquierda ha recibido su castigo. La derecha ha ganado limpiamente las elecciones. No recuerdo quien de ellos dijo algo así como sabemos que lo hacemos mal pero ya nos conocéis. Y tanto.