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El día de mañana de la historia

El día de mañana  de la historia

El día de mañana de la historia / Josep Vicent Lerma

Josep Vicent Lerma

Josep Vicent Lerma

El cáustico pensamiento del ex ministro felón de cultura César Antonio Molina en mayo de 2016 «¿Qué importa algo tan viejo, desconocido e inútil como la Arqueología», ahora que ha descubierto, siguiendo la estela de Joaquín Leguina, que en su mudable opinión gallega en los 500 años de la empresa «común» de España «no hay ni colonialistas ni colonizados» (sic) – que alguien se lo explique a los aborígenes canarios amazighes protagonistas de la exposición temporal en el Museo Arqueológico Nacional «Historias de una Isla. Arqueología de Gran Canaria»- me ha interpelado como una puya torera sobre otras miradas y reflexiones alrededor de la Historia de España, como las divulgadas recientemente por el etnoarqueólogo Alfredo González-Ruibal en su artículo periodístico «La Historia que viene con la ultraderecha» (Público, 18-06-2023).

En ellas este conocido arqueólogo de conflictos, autor del reciente ensayo Tierra arrasada. Un viaje por la violencia del Paleolítico al siglo XXI, nos previene de considerar la Historia como un mero entretenimiento social inútil, dado que en verdad sí importa políticamente hablando y aparece ya en el segundo de los 50 puntos del acuerdo PP-Vox en la Comunitat Valenciana: «Reivindicaremos la Historia de España» (sic). Como si esta asignatura hubiera desaparecido alguna vez de nuestros institutos de bachillerato. Y nos adelanta a ojos vista el tipo de relato pseudohistórico que nos espera a la vuelta de la esquina en los próximos cuatro años a los valencianos pacificados, en los que a tenor de dicho pacto torero «se derogarán las normas que atacan la reconciliación en los asuntos históricos» (sic), más claro, agua.

En este orden de cosas, el tuit triunfal de la nueva alcaldesa María José Catalá «Vuelve la Valencia de verdad» (12:28 a.m. 29 may. 2023) parece ser toda una declaración de intenciones en la materia respecto a sus anhelos programáticos de identificación únicamente con un determinado pasado del Cap i Casal. Lo que encaja como anillo al dedo con la empecinada iniciativa del presidente in pectore de la Generalitat Valenciana Carlos Mazón de desempolvar del baúl de los recuerdos la derogada Ley 6/2015 de Reconocimiento, Protección y Promoción de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano, publicitada entonces a bombo y platillo sobre las entorchadas columnas de la Lonja de València, bajo el lema «Som herència del nostre futur. La identitat ens fa poble».

Un pasado folclórico propio en forma de foto fija ahistórica del pueblo valenciano que el populismo secesionista vernáculo viene pretendiendo vincular cíclicamente desde los años de la Transición (1975-82) con falsos mitos fundacionales como un habla valenciana independiente, cocinada sin solución de continuidad desde la misteriosa lengua ibérica prerromana, unas ancestrales raices cristianas mozárabes desde la noche de los tiempos en el monasterio de la Roqueta, según Leopoldo Peñarroja (2007), incluida la infructuosa búsqueda arqueológica de la tumba de San Vicente Mártir por un cura zahorí (Levante-EMV, 4-12-2002), la efímera conquista de Valencia en el año 1094 por el polémico héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar o la contribución del Escribano de Ración de los RR.CC. Luis Santángel al Descubrimiento de América en 1492, cuyos ilustres huesos también fueron objeto en 1993 de los fallidos intentos de la regidora «blavera» de Unión Valenciana Dolores García Broch de dar con ellos en el interior de una de las criptas del convento de la Trinidad.

Ciclo de eterno retorno reaccionario españolista en el que casi cinco lustros atrás el responsable de Cultura de la Diputación de Valencia el inefable Antonio Lis peroraba con motivo de la exposición «El Cid. Historia y Mito», celebrada en 1999 en el Museo de Etnología del Centro Cultural la Beneficencia, como dicha muestra pretendía significativamente aproximar a la realidad valenciana de finales del siglo XX «la figura del Cid Campeador, sin apasionamiento ni prejuicios en uno u otro sentido, mostrando la realidad que vivió como hombre de su tiempo, sin caer en posiciones extremas, que lo muestran bien como un mito heroico, bien como un mercenario asesino y sanguinario» y que a las nuevas alcaldesas populares de Valencia y Burgos, importantes plazas del poco transitado itinerario turístico «Camino del Cid», les ha faltado tiempo para reverdecer el hermaniento fallero existente desde 1990, ahora como «Ciudades del Cid» (Levante-EMV, 28-06-2023), más allá de la retirada de una publicación municipal de 2015 que cometía el error de bulto de confundir a la «Tizona» con la espada del rey conquistador Jaime I (L.P. 22-04-2016).

Porque finalmente aunque el «morbo ghotico» de la famosa lista de los los reyes visigodos de Toledo y sus «gardingos» como Teodomiro de Orihuela o ¿era de Riba-roja?, en feliz hallazgo periodístico de Ferran Belda (LP 28-06-2023), no parece verdaderamente haber tenido mucho que ver en la conformación del ADN de los valencianos de hoy, la Historia que viene de la mano del bloque conservador neofranquista, seguramente no dejará de maniobrar para ver en ellos y en el legendario Don Pelayo de Covadonga uno de los hitos mitológicos constituyentes de la nación española monolítica, pretendidamente impartida de nuevo como pura catequesis patriótica, casi 50 años después de la muerte del Dictador.