Falta un festival estival de música clásica

El turismo cultural precisa de iniciativas estables y con dos auditorios y una buena programación el éxito está asegurado

Valencianeando

Valencianeando / POR JOAN-CARLES MARTÍ

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

El anterior gobierno municipal solo hizo comboi. Una expresión que utilizó en el momento más álgido de su corta carrera, el politólogo de cabecera de Compromís. Pero el assessor del comboi se enzarzó con un congreso fallero que nunca se atrevió a definir, aunque se le veía el plumero. Como mantiene que quien controla las fallas era el amo de la ciudad, puso todo su empeño en el fracaso y en esa broma arrastró al socialismo adanista. Ocho años con la matraca para que el PP los pasará por la derecha, la izquierda, y el centro también. Aunque Hemingway nunca se atrevió a intelectualizar San Fermín, ni Thomas Mann el carnaval de Venecia, la ciudad de los canales, Pamplona y València tienen en común la masificación turística en sus fiestas, con vecinos que pagan sus impuestos locales y que huyen en sus fiestas mayores.

Un prototipo.

Si al turismo de sandalias con calcetines se une el de borrachera, da igual que las Fallas sean patrimonio de la Unesco, la deriva hacia el caos urbano avanza sin detenerse ante nada. Parece que la alcaldesa Catalá tiene el modelo de Málaga en la cabeza, y aunque discutible, como todos, al menos tiene uno, no como sus antecesores. El éxito de la capital de la Costa del Sol ha sido unir turismo y cultura, y tras años de inversión intelectual y material es capaz de atraer cada año más al visitante que junto al sol y playa también busca un buen museo, teatro, cine y literatura. Elementos que València sigue sin aprovechar. Julio Gónzalez solo está a un peldaño de Picasso, la colección única del Bellas Artes necesita mejorar el entorno del San Pío; Banderas tiene poco que enseñar a la familia Fayos en gestión escénica; la Mostra precisa más inversión y potenciar el apellido sin manías; y la riqueza lingüística es un valor que suma. Pero si hay algo donde València puede ejercer de cita cultural de prestigio es en música.

Paseo sinfónico.

A dos meses de recuperar el Palau de la Música y consolidado el exigente público operístico de todo el mundo en Les Arts, es el momento para crear un festival estival de música clásica. Con dos auditorios inmejorables, dos de las mejores orquestas, directores, músicos, conservatorios y una indiscutible afición, solo hay que ponerle hilo a la aguja. Ahí están los ejemplos de Bayreuth o Salzburgo, incluso Granada, que este julio ha cumplido sus 72 ediciones. Insisto en que València tiene dos prestigiosos auditorios, unidos por un corto y agradable paseo por el Jardí del Túria y ambos encarados hacia la mar. Me consta que ha habido intentos, pero la segmentación de la cultura -el Palau gestionado por el ayuntamiento y Les Arts por la Generalitat-, siempre ha sido un freno en vez de un impulso, incluso cuando esas dos instituciones, junto con la diputación, han sido del mismo color político.

Turismo cultural.

María José Cataláconoce a algunos valencianos que son fijos en Granada, Bayreuth y Salzburgo, por eso sabe que durante los días de conciertos, esas ciudades respiran filarmonía por sus calles, al tiempo que llenan sus mejores restaurantes. Se llama turismo cultural que es la mejor vacuna contra el de espardenya.

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Igual que la fruta de temporada, la horchata era un refresco estival, que podía consumirse tras la pascua y hasta principios de octubre, a mucho estirar. Pero las grandes cámaras frigoríficas primero y el posterior boom de las leches vegetales hizo que la horchata pasará a ser un producto masivo. Hace unos días Alboraia celebró el Dia de la’Orxata, una jornada reivindicativa a favor de la denominación de origen, pero no hace falta ser un experto ingeniero agrónomo para constatar que la huerta de Alboria y Almàssera no dan para tanto líquido y granizado. Así que desde hace años la mayoría de horchata industrial se hace con chufa africana, en concreto de una extensa zona húmeda al sur de Eritrea que limita con Etiopía, países donde también nacen los mejores maratonianos del mundo. Estaría bien que se pusiera la procedencia en los envases del supermercado, o incluso que a esa bebida que no recuerda nada a la original, se llamará ‘extracto de horchata’.

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