Juan Antonio Lloret Llorens, un hombre de Estado

Luis Berenguer

Quienes hemos tenido la suerte de compartir trabajo y amistad con Juan Antonio Lloret sabemos que detrás del jurista y político serio, comprometido y riguroso había una persona con un gran sentido del humor. De esos que afinan en la ironía y la sátira y con una risa absolutamente contagiosa. Una persona enamorada de su familia, tan unido a su querida Pilar que su pérdida fue una estocada mortal. Fiel a sus amigos y a sus principios, especialmente a su vocación de servicio público. Su sentido de la justicia, su capacidad de reflexión y su visión de futuro eran poco comunes, de esos que dan el cariz a las personas de Estado.

Su inquebrantable discreción no le impidió alzar la voz para defender tenazmente todo aquello en lo creía y por lo que luchaba: la democracia, la libertad, la justicia, la política de izquierdas hecha con y para la ciudadanía, etc. Juan Antonio tuvo siempre una idea muy clara de qué quería para la ciudad de Valencia y la hoja de ruta a seguir. Defendió los intereses de la ciudad y la Comunitat en todos los cargos públicos y privados que desempeñó en su larga carrera.

Su legado político como concejal de Urbanismo ha marcado la ciudad que hoy conocemos. Nadie es capaz de imaginar cómo sería Valencia si en el antiguo cauce del río Turia se hubiera construido el scalextric de carreteras que estaba previsto. Lloret peleó y sacó adelante el proyecto de transformación de una de las principales señas de identidad de la ciudad, consiguiendo que el lema de la sociedad civil fuera y siga siendo una realidad: El llit del Turia es nostre i el volem verd. Igualmente importante fue la decisión de no urbanizar el actual parque natural del Saler. Ahora nos tiraríamos las manos a la cabeza sólo con pensar en esa posibilidad. Sin embargo, hace 40 años no todos tenían tan claro como él que era eso de proyectar ciudades modernas que a la vez fueran amables y sostenibles.

Su discreción hizo que Juan Antonio nunca quisiera ser un personaje público, más allá de lo estrictamente necesario. Casi siempre en un segundo plano, aun cuando la suya era la cabeza pensante, sin estridencias, haciendo el trabajo duro, el más ingrato a veces. Esa misma forma de hacer las cosas se las llevó a Madrid en 1986 para ejercer su labor como diputado, dedicado especialmente a las comisiones de Justicia y Administraciones Públicas.

Poco más tarde regresó a Valencia como secretario general y subsecretario de la Conselleria de Administraciones Públicas. Fueron años de arduo trabajo, a menudo de sol a sol, para racionalizar y agilizar procedimientos, redistribuir recursos públicos y acercar la política a las personas. En aquellos años también pasó más de una noche sin dormir a pie de incendio o subido en un helicóptero para comprobar personalmente los estragos que el fuego ha causado históricamente en nuestros montes.

Tras la Generalitat Valenciana ocupó el cargo del gobernador civil en Teruel y posteriormente volvió como jurista a la empresa privada. Hasta el día de su fallecimiento, el pasado 12 de septiembre, Juan Antonio Lloret seguía siendo presidente de la Asociación de Juristas Demócratas y defendiendo el diálogo, el bien común y la tolerancia como las principales armas del Estado de derecho.

Quienes fuimos compañeros de «faena» en la Conselleria de Administraciones Públicas no podemos más que sentirnos orgullosos de haber aprendido con y de él. Y sentimos especial orgullo no solo del político o el jurista, sino del amigo que siempre estaba a tu lado.

También firman este artículo: Juana Serna, Rafael García-Pertusa, Teresa Navarro, Aline Guibert, Amparo Hernández, Javier Grau y Flora Galera.