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El valor del acuerdo
Tras expresar el debido respeto por Puigdemont, Feijóo reconoció hace unos días que el líder de Junts, que tiene en su mano la investidura de Sánchez, no le ha mentido «en los contactos no personales ni directos, pero sí indirectos». Más allá de los virajes dialécticos del líder del PP, con pulla incluida a su rival socialista, y de las hipérboles declarativas de unos y otros, habría que detenerse en ese deterioro de la verdad en la vida pública que conduce irremediablemente a la desafección.
No hay que mirar tan alto para confirmar el descrédito a la palabra dada. En poco más de cien días ya existen desacuerdos entre socios de gobiernos municipales de distintos colores y condiciones, la mayoría por incumplimientos en una liberación, o media, de concejales. De ese pensamiento transversal de tú hazme primero alcalde, que luego yo haré lo que me venga en gana, que para algo tengo la última firma, no se escapa ni un solo consistorio sin mayoría absoluta. Luego nos llenamos la boca de que los ayuntamientos son la cantera de los buenos políticos, que es la administración más próxima, donde la vigilancia es absoluta y demás abstracciones, sin caer en la cuenta que el municipalismo es la base del actual populismo, donde se forma una dirigencia que va perdiendo los escrúpulos según las mensualidades que va cobrando.
Un ejemplo solo. Mientras que en Francia es difícil llegar a la presidencia de la República sin pasar por la prestigiosa ENA (Escuela Nacional de Administración), fundada en 1945 por Charles de Gaulle, inmediatamente después de la II Guerra Mundial, con el ánimo de renovar el Estado, y donde se pasan duros exámenes, aquí basta con un máster en las juventudes del partido, un acta de concejal y alguien que te lleve las redes para subir un reel en las visitas a las fiestas patronales.
Feijóo, Sánchez, e incluso Puigdemont, así como cualquier bienintencionado que se acerque a la vida pública, deben mostrar respeto por el oponente, pero sobre todo por la ciudadanía. Desde ese parámetro luego pueden venir necesidades y virtudes, e incluso las obligatorias cesiones para llegar a acuerdos con el diferente, pero con el auténtico valor de la política.
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