viento albornés

De derrotado a derrotado

F. Javier Casado

F. Javier Casado

Uno puede comprender al reelegido jefe de la oposición, Núñez Feijóo, luego entiende como propia su íntima derrota por cuatro votos, pues un servidor, quinto de don Alberto, aunque sin ser candidato a nada ni militar en los partidos del gobierno del Rialto, ha perdido por un voto la ciudad de València; por ello podemos dirigirnos al presidente del Partido popular de perdedor a perdedor y no de ganador a ganador como finamente hiciera el diputado, hoy ministro, Oscar Puente, descabalgado por PP-Vox de la alcaldía de Valladolid pese a ser el más votado, en la fallida investidura de Feijóo. Lo no entendible por nadie, ni en España ni en Europa, es que su partido lleve un lustro con el CGPJ caducado, contra la Constitución y la UE, hasta últimamente utilizar su paralegal mayoría para hacer directamente alegatos al ejecutivo y al legislativo. Deje de llorar por cuatro votos, le faltaron casi cuarenta, pues tres millones de votantes son de sus socios en autonomías y ayuntamientos, la ultraderecha, rezo del rosario y viva-Franco incluidos.

Es más, de derrotado a derrotado, no debe pensar que estuvo cerca, pues el milagro de ser el más votado en las elecciones generales fue fruto de la paga extra de julio de Ciudadanos cuando directamente ni compareció ante los electores y ha gozado de un voto prestado de centro que debe estar espantado ante su deriva a la derecha extrema tras presentarse como campeón del moderantismo y la gestión.

No entendemos que sentara tan mal la intervención del ministro Puente, privado de una alcaldía plena de proyectos, mientras Feijóo llevaba mucho tiempo como senador y presidente de su formación, ergo no ha visto desmontar pieza a pieza la obra de su gobierno -el programa es un listado de ilusiones-, cuestión por la que en la tercera ciudad del reino de España asistimos diariamente al doloroso espectáculo de ver cómo se desarma un plan de urbe verde con ocho años de avances sin que nazca nada de interés para sustituirlo, salvo «los intereses» suicidas por seguir la senda de Madrid o Barcelona.

Deberíamos entender todos que las reglas democráticas del estado dan el gobierno a quien aglutina una mayoría, por un concejal o por ocho diputados, aunque expulse a la mitad menos uno de los regidores y regidoras de la casa consistorial -donde salieron, gran novedad, fuegos de artificio el primero de diciembre corriente- o se tome abierta posesión del palacio de Correos que pertenece a la Generalitat y es patrimonio de todo el País Valencià e por tanto no es una dádiva a un ayuntamiento que confunde lo material con lo inmaterial, pero empeñado en seguir con el saldo de Ciutat Vella, posiblemente un centro histórico de los mayores y aún más habitados que van quedando en toda la piel de toro. Debemos así mismo comportarnos democráticamente desde un disenso y abstenernos de hacer alarmismo salvaje por una ley de amnistía, además sin proponer alternativas para que nuevas condenas no lleven a nuevos disturbios y quiebras; asumir, a nuestra edad, que cuatro años no es nada.

El camino de atacar o asediar a personas y sedes políticas durante períodos prolongados de tiempo, hasta ver nacer un grupo «nuevo noviembre» en la misma barricada, que en la capital valenciana contó con ediles del equipo de gobierno, a los que se acaba de otorgar competencias, y hasta de la segunda autoridad institucional, la presidenta de las Corts, Llanos Massó, que también reza el rosario y jura en arameo, no es desde luego la senda adecuada para nuestra convivencia social.

Y es que comprendemos las ganas de llorar, como en el tango, pero en vez de ponernos a destruir todas las instituciones cuyos inquilinos no nos gustan, se impone arrimar el hombro en tiempos más que difíciles y recordar que, frente al presidente Sánchez o a la alcaldesa Catalá, los derrotados somos invencibles.