tribuna abierta

La movilidad sostenible, en punto muerto

María Pérez

María Pérez

Qué papel juegan los mensajes de los responsables públicos en la sociedad? ¿Qué impacto tiene en la sociedad la banalización por parte de las instituciones de retos como el cambio climático y la necesidad de introducir cambios en nuestra manera de movernos? ¿Es fruto del azar que empecemos a observar en València un cambio de tendencia en los datos de tráfico y bicicletas?

Cada mensaje impacta en la imagen colectiva de esta ciudad. Cada acción, tiene una reacción. Cada decisión que toma María José Catalá en materia de movilidad para facilitar el vehículo privado cambia nuestra ciudad para peor, tal y como apuntó recientemente el ministro Óscar Puente.

Por eso, las palabras y los hechos importan porque no son inocuos, porque nos construyen como ciudad y nos hacen cambiar y avanzar en una dirección o en la contraria. Por eso, es tan importante tener una mirada a largo plazo y ser conscientes de que la responsabilidad con nuestro futuro nos exige tener un discurso coherente y tomar decisiones para cambiar ya algunos hábitos del presente.

Desde el inicio de este mandato hemos asistido a un goteo continuo de mensajes por parte del gobierno municipal sobre la movilidad de la ciudad con un denominador común: facilitar el tráfico en la ciudad y trivializar sobre la contaminación.

Como si el objetivo principal fuera alejarse de cualquier rastro del gobierno anterior, como si la contaminación o el uso racional del coche tuvieran una determinada ideología y todo sin tener en cuenta la importancia de los gestos, de las palabras como, por ejemplo, en San Isidro.

Mensajes que a lo largo de los meses se han ido traduciendo en actuaciones concretas: abrir al tráfico la calle Colón y habilitar un carril más para los coches, permitir nuevos giros y cambios de sentido para facilitar el acceso del coche a calles del centro, flexibilizar las condiciones de acceso a la APR, dejar de sancionar en la nueva ZBE, facilitar el aparcamiento en zonas antes destinadas a residentes, poner en duda algunos carriles bici o modificar proyectos donde se recuperaba espacio para los peatones para devolvérselo al vehículo privado.

Actuaciones que tienen hoy, sólo ocho meses después y paradójicamente en el año que València es Capital Verde Europea, un reflejo negativo en los datos de tráfico de nuestra ciudad.

Si comparamos los datos de tráfico de enero del 2023 y enero del 2024, observamos que en las calles donde el gobierno municipal de la señora Catalá ha aplicado su receta en favor del coche, ha crecido el tráfico. Sin ninguna excepción. En la calle Colón, se ha incrementado un 54%, más de 2.500 vehículos más al día que el año anterior y en la calle Lauria o en la calle de la Paz, se ha incrementado un 25% y un 20% respectivamente, traduciéndose en más de 1.000 vehículos más al día por estas calles del centro de nuestra ciudad.

En paralelo, y esto es especialmente significativo, vemos también como el uso de la bicicleta se ha reducido en el mismo periodo en calles como Colón, por donde circulan un 10% menos de bicis que hace un año, unas 500 menos al día.

Los datos revelan una realidad incomoda sobre las políticas de movilidad: el efecto llamada de la señora Catalá para facilitar el vehículo privado y minimizar su impacto sobre la contaminación se refleja ya en los cifras de hoy y tienen un impacto negativo sobre la contaminación y el uso del espacio público.

En 2024, València es Capital Verde Europea, y lo es porque Europa valoró todas las transformaciones que realizó el anterior gobierno progresista de la mano de los socialistas y premió el compromiso de las que estaban por venir.

Ser Capital Verde Europea, no es solo un pantone, significa ser ejemplo de políticas verdes y sostenibles para el resto de Europa. Es la oportunidad de pensar en el futuro y ser ambiciosos en materia de movilidad y recuperación del espacio público.

Pero las oportunidades, si no se aprovechan, se pierden. Y es lo que está pasando en València porque, desgraciadamente, en lugar de avanzar hacia una ciudad más sostenible, verde y amable, hemos vuelto a las políticas del pasado que daban un papel protagonista al coche y que todas las ciudades europeas, sin excepción, han dejado atrás.