Opinión | tribuna

Gracias Fernando

La RAE define el término «pionero» como la persona que da los primeros pasos en alguna actividad humana. Fernando Martínez Castellano, primer alcalde de la recuperada democracia en la ciudad de València en 1979, lo fue y con creces. No únicamente por iniciar el aprendizaje democrático dentro de la municipalidad, sino por hacerlo en un contexto de alta incertidumbre política y dentro de una intestina lucha partidista que le costó el puesto y casi la salud.

Conocí a Fernando Martínez cuando estaba iniciando mi trabajo de tesis doctoral sobre el ayuntamiento de la ciudad. En la labor de documentación que toda tesis requiere, descubrí su nombre como el primero que, tras las primeras elecciones democráticas municipales celebradas tras la dictadura, en abril de 1979, llegaba al puesto de alcalde gracias al pacto con el PCE de Pedro Zamora. Fernando, un joven analista de sistemas -informático de ahora, como él decía- alcalde con 31 años, apenas había hablado desde entonces de lo que había supuesto su paso por el Ayuntamiento y su memoria parecía oculta entre otros nombres más populares. Poco me costó encontrar su correo electrónico y, tras varias misivas, acordamos encontrarnos en su casa para lo que iba a ser una entrevista sobre el cambio político en la municipalidad, o lo que podía ser, casi sin dudarlo, una nueva tesis doctoral. Tras ello, fueron varios encuentros, mensajes, su asistencia a la lectura de mi tesis en 2014 y finalmente nuestro último encuentro, lejano ya, antes de la pandemia.

Fernando -y su mujer Encarna- me recibió siempre con una generosidad mayúscula y compartió conmigo, no únicamente sus vivencias del período desde su militancia en el PSOE de Joan Pastor, su entrada en las listas municipales, la campaña electoral de 1979, el casi inexistente intercambio de carteras con su predecesor -Miguel Ramón Izquierdo-, la lucha partidista y, finalmente, su expulsión del partido -que tanto había ayudado a montar-y, en consecuencia, su pérdida del acta de concejal y salida de la alcaldía tras 6 meses en el cargo. Fernando me transmitió también sus sentimientos profundos, su capacidad analítica de un período convulso, sus anécdotas y, especialmente, su proyecto que pudo haber sido y no fue de «una ciudad para vivir».

A principios de esta semana, los habitantes de la ciudad supimos que Fernando Martínez Castellano nos había dejado. No así lo que supuso la vida de Fernando para una ciudad que tanto le debe. De momento y, en primer lugar, como primer alcalde del nuevo período democrático de la ciudad, inaugurado en abril de 1979. València estrenaba un ayuntamiento democrático, endeudado, pero democrático y había mucho que hacer. En esto Fernando fue pionero. En segundo lugar, como el protagonista de la primera piedra de gran parte de los proyectos que se retomarían posteriormente (la paralización la urbanización de la Dehesa de El Saler, el inicio de un proyecto de cauce del rio Turia verde, o los primeros cambios de toponimia sobre el callejero franquista…). En esto Fernando también fue pionero. En tercer lugar, y no menos importante, como el impulsor de la gran reunión de Valencia de los ayuntamientos democráticos en junio de 1979 y que hoy está casi olvidada. Fernando los sentó a todos para hablar de problemas comunes en un contexto de amplia necesidad económica -en el caso de València el déficit era de 3.008 millones de pesetas- Pionero en definitiva.

La historia de la ciudad de València debe un espacio en su construcción democrática a Fernando Martínez Castellano, pionero en tantas cosas y al que he querido homenajear contando parte de su historia. Únicamente el pionero sabrá si lo he logrado. Gracias Fernando.