Opinión | Al margen

Un terremoto anunciado

Hay quienes en los medios internacionales se apresuraron a calificar los resultados de las elecciones europeas del fin de semana de «terremoto político».

Pero los terremotos tienen la característica de que son imprevisibles, y, salvo la disolución del Parlamento francés por el presidente Emmanuel Macron, todo lo ocurrido en la UE estaba prácticamente anunciado.

Tomemos el caso de Alemania, que es el que tengo en este momento más cerca: la debilidad del canciller Olaf Scholz y las continuas disputas en la heterogénea coalición de socialdemócratas, verdes y liberales hacía inevitables fuertes pérdidas en esos comicios.

A lo que hay que sumar una respuesta totalmente inadecuada al que parecía que iba a ser, y finalmente fue, el fuerte auge de la ultranacionalista Alternativa para Alemania (AfD), sobre todo en el este del país, la antigua Alemania comunista.

Las continuas marchas a favor de la democracia con participación incluso de ministros del Gobierno, la descalificación de ese partido como «nazi» por parte de verdes y socialdemócratas e incluso la petición de que fuera sin más ilegalizado surtió el efecto contrario al deseado.

Sucedió como en EEUU, donde los juicios contra el aspirante republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, en lugar de debilitarle, le han fortalecido y llenado además las arcas de su candidatura.

A la extrema derecha no se la combate con prohibiciones, sino con imaginación y sólidos argumentos, y esos parecen faltar últimamente no sólo en Alemania.

Resulta muy significativo el fuerte ascenso de AfD, también en algunas elecciones comunales celebradas junto a las europeas en este país y la caída de los socialdemócratas y sobre todo los Verdes. Hace presagiar lo peor para las regionales de los próximos meses.

Con su claro olfato populista, AfD comprendió que los tiempos habían cambiado y que la mayor preocupación de los alemanes ya no parecía ser como hace cinco años el medio ambiente, sino la desindustrialización del país como consecuencia de la guerra de Ucrania y, por encima de todo, la inmigración.

Junto al nuevo partido creado por la izquierdista Sahra Wagenknecht y que lleva de momento su nombre, AfD aboga por entablar negociaciones diplomáticas con Moscú para acabar una guerra que, más que desangrar a Rusia, está desangrando económicamente a Alemania en beneficio de EEUU.

El partido de Wagenknecht, escindido de Die Linke (La Izquierda) y que partía de cero, logró en un tiempo récord el 6 por ciento de los votos -, superando incluso a los liberales, gracias a sus propuestas pacifistas y moderadas en materia de inmigración frente al belicismo moralista de los Verdes.

Si algo han demostrado además las últimas elecciones europeas es la cada vez mayor fragmentación del espectro político, que hará mucho más difícil conseguir consensos que cuando prácticamente eran dos o tres grandes grupos- conservadores, socialdemócrata y liberales- quienes se repartían el pastel en Europa.

El primer desafío será la reelección de la presidenta de la Comisión, la cristianodemócrata Ursula von der Leyen, a la que tendrá que apoyar el grupo socialdemócrata si quiere evitar su aproximación a la posfascista Giorgia Meloni y a la francesa Marine Le Pen, gran triunfadora de estas europeas frente a Macron.