María, de 29 años y residente de Ayora, escribió una carta al director el 23 de octubre de 2012 denunciando el "olvido" que sufría su municipio en todos los especiales y documentales que se habían hecho hasta la fecha de la Pantanada de Tous. "Hoy, en Canal 9, emitían un reportaje sobre la riada, pero en ningún momento se nombraba a la comarca del Valle de Ayora-Cofrentes, donde 20 horas antes de que se rompiera la presa de Tous, nosotros ya lo habíamos perdido todo. Murieron personas. Pero siempre hemos sido los eternos olvidados; de hecho seguimos siéndolo. Espero que no caiga en saco roto".

De esa carta hace ahora 10 años y en el 30 aniversario del desastre, este reportaje va en memoria de los que sufrieron la ferocidad de la peor gota fría que se recuerda río arriba de Tous. En Ayora, el 20 de octubre de 1982, a las 15:30 de la tarde, una presa dentro del municipio venció, pues la estructura estaba hecha de arcilla, y el agua comenzó a correr: se llevó por delante 'La Pasarela', un puente que unía la Sollana con la zona nueva y que también estaba construido de ese material, por lo que tampoco resistió la fuerza del agua. Las métricas pluviales del momento calculaban una descarga de 180 litros por metro cuadrado a primera hora de la mañana, y se sintió después de comer, cuando se estima que cayeron más de 500 litros.

La fuerza del agua arrastró a dos vecinos. Andrés López Cebrián, de 17 años, fue socorrido por un Policía Local que finalmente no pudo frenar la fuerza del agua, llevándose al joven a su paso. Mercedes Campos también fue inevitablemente arrastrada por la corriente. En un principio, como se refleja en la portada de Levante-EMV de aquel día, se pensó que eran dos niños, pero solo uno de ellos era menor de edad. Ninguno de los dos pudieron salvar su vida y a día de hoy sigue sin haber ningún homenaje, ya que el dolor aún persiste. El día 20 habrá un pequeño acto conmemorativo en el parque de El Lago, donde se pondrá en marcha una fuente como recuerdo a lo sucedido.

Portadas sobre la pantanada que dejó dos muertos en Ayora JOSE ALEIXANDRE

"Mis primos, mis hermanos y yo, no entendíamos por qué nuestros padres y abuelos lloraban cuando llovía, y siempre miraban al cielo esperando que el agua no se volviera roja (como ellos decían)". En la carta, María evidencia un temor que aún persiste. Dos horas después del agua, llegó otra avenida con fango, lo que complicó aún más las tareas de rescate y limpieza.

El alcalde actual de Ayora, José Vicente Anaya, reconoce que no se puede olvidar de los gritos de la gente, subidas a los tejados y de los ladridos de los perros, ahogados en plantas bajas. Recuerda también la inquietud de aquel día de su padre, concejal en la oposición, que no comió. Es una imagen que Anaya aún guarda nítida en su memoria, como todo el trabajo que se sucedió después, limpiando las calles y retirado escombros. En Ayora, varias calles quedaron anegadas, y la más perjudicada fue la Empedrà, ya que la fuerza del agua cruzó un camión sobre dos vías y formó una presa durante horas, lo que impedía el paso del agua, anegando la zona anterior.

Toda esa agua, cuando cayó, fue a parar al río Cautabán y de allí hacia Cofrentes, a la cuenca del Júcar. Aquí vino el segundo desastre: a las 9 de la noche, un fallo en el terreno provocado por las lluvias hizo que un autobús que transportaba a nueve trabajadores de la Central Nuclear de Cofrentes cayera al cauce del río. En ese accidente fallecieron otros tres vecinos de Ayora: Pepito Cebrián, Vicente Pardo y Andrés López. Un helicóptero que sobrevoló la zona no consiguió rescatarlos.

El agua ayorina desembocó en el Júcar y llegó hasta el pantano de Tous, donde a partir de las 6 de la tarde comienza a agrietarse la presa y al romper, desata el desastre en Sumacàrcer, Beneixida, Alberic, Gavarda, Benimuslem y Alzira, los pueblos más afectados por este desastre.

Las consecuencias, aún visibles

Como explica Anaya, a día de hoy la fisionomía del municipio está cambiada. En el lugar de la presa se hizo un parque donde hay un lago, y se desvió la rambla para evitar que el agua pasara por el centro de la localidad. La zona fue reconstruida para los vecinos, pero en la calle Empedrà quedan pocas casas originales. El suelo tiene un alto porcentaje de yeso, por lo que el agua creó simas y se hundieron viviendas. Hoy en día son casi todas nuevas construcciones, y con la reubicación de la rambla, no se espera que pueda repetirse una situación como la del 20 de octubre de 1982, pese a que en la memoria colectiva aún persiste un pensamiento cada vez que el cielo se torna gris: "Ya estamos como entonces".