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Tribuna

Conejero, científico y pelotari

Vicente Conejero. levante-emv

La Universidad Politécnica de València homenajeó ayer al catedrático en la Escuela Superior de Ingeniería Agrónoma Vicente Conejero Tomás. Una de sus aulas llevará su nombre, en reconocimiento a sus más de 50 años de dedicación a la investigación y a la docencia. El homenajeado, natural de Xirivella, donde comparte el nombre de una de sus calles con su hermano Manuel Ángel, catedrático de Filología y creador del Instituto Shakespeare, recibió ayer el cariño de la comunidad educativa, alumnado, admiradores, amigos y familiares. Quiso que en el acto estuviera una representación del mundo que le apasiona: la Pilota Valenciana. «En realidad es lo que más me gusta. De pequeño yo hubiera querido ser Rovellet. Y de mayor me encanta presumir de la amistad de Genovés», se encarga de repetir allí donde se deja ver, en la barra de Pelayo, en aquellas inolvidables finales de Sagunt o en los duelos de frontón vasco-valencianos.

Vicente Conejero es una de esas lumbreras surgidas de la época del hambre, en plena posguerra. Ayer, en su emocionado discurso de agradecimientos, tuvo especial cuidado en recordar a aquel maestro nacional de su niñez que descubrió su talento y trabajó para que el chaval pudiera recibir becas de estudio que le permitieron ser alumno de los jesuitas, donde recibió, según sus palabras: «Lo que entonces se decía sólida formación? aunque en ella apenas hubiera lugar para los conocimientos científicos de matemáticas, física, química, biología, cualquier ciencia experimental? cuidadosamente ignorados». Sin embargo, Conejero estructuró su discurso en base a ciertas «señales de predestinación» y otras citas bíblicas que marcaron su carrera. Recordó la primera de ellas: la circunferencia. «Descubrí por mí mismo el valor de la constante matemática que surge del cociente entre la longitud de cualquier circunferencia y su diámetro». Me di cuenta de que la ciencia era el campo de las demostraciones?Y fue, creo, una señal de predestinación. Contó la de su encuentro con el profesor que fue director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, Eduardo Primo Yúfera, verdadero maestro y mentor de su carrera, viendo una película en el cine Martí, «a partir de la cual ya pude comprarme una americana azul cruzada con botones amarillos?». Entre anécdotas y reivindicaciones a favor de la Investigación y Desarrollo, «pues seguimos en la España aquella del que inventen ellos?», recordó su niñez jugando a pelota en el frontón del Musical de Xirivella, y su pasión por este deporte.

Y todos los amigos pelotaris que acudimos a este homenaje salimos convencidos de que entre la sólida formación humanística de los jesuitas y su apasionado interés por la investigación científica, un sabio valenciano tiene tiempo de «rellenar cupones para ir al cielo», amando el deporte de su tierra.

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