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Va de bo !

El espíritu de vidal

El espíritu de vidal

Blas Madrigal formó el primer equipo federado de fútbol en mi pueblo. Éramos categoría infantil y un servidor jugaba de portero. Recuerdo que nuestro entrenador, que con los años llegó a presidir la Asociación de Peñas Valencianistas, nos encargó como primera tarea realizar un trabajo escrito sobre una figura histórica del Valencia que se correspondiera con la posición que cada uno de nosotros iba a ocupar en el equipo. Madrigal me asignó el nombre de un legendario portero: Pesudo. Ante semejante encrucijada, en tiempos en los que no existía Google, uno sólo podía recurrir al valencianista por excelencia del pueblo: Vidal, el del bar del Raspa. Vidal lo sabía todo. Me senté una tarde con él y me habló de que José Manuel Pesudo Soler era de Almassora, que fue el portero campeón de la Copa en el año 1967, que fue portero suplente de Iríbar en la selección española y que jugó en el Barcelona para sustituir a Ramallets, para volver al Valencia. Blas Madrigal me felicitó por el trabajo que en realidad era de Vidal.

Ayer, a la hora del almuerzo, como todos los días, entró Vidal a leer el periódico. Había perdido el Valencia pero él buscaba el alimento diario de valencianismo. Estaba triste pero entero. La eliminación de semifinales de la Europe League le afectó como afectan estas cosas a quien lleva años acostumbrado a algunas alegrías y muchas decepciones: «El Valencia, mal. Pero yo seré valencianista hasta el último día de mi vida», me dijo. Con toda la profundidad sentimental que encierra esa expresión, la de identificar el caminar vital de la mano de un equipo de fútbol me acordé de Madrigal y su empeño por hacernos valencianistas, tarea complicada porque uno se hace del equipo que le da la gana sin atender a razonamientos ni motivaciones. Me acordé del Tio Carambico que vendía limonadas en el viejo Mestalla y que el día que el Valencia ganó la Liga del 71 sacó su bandera de casa y salió a celebrarlo a la plaza del pueblo. Aquella tarde de nervios no pudo marxar la partida de pilota. Me acordé de Manolo el Fora que sufre como ningún otro, sin considerar su edad y su tensión arterial, cada vez que televisan el Valencia. Y pensé en tantos niños y niñas que llevan tantos años sin una alegría y que han de soportar que las televisiones que entre todos pagamos sólo fabriquen ídolos de otros equipos, de otras tierras; siempre los mismos. ¿Qué sería del Madrid y del Barcelona si el resto de equipos decidieran no jugar?

El espíritu de Vidal es el que llevará a miles de valencianistas hasta Sevilla con la esperanza de conquistar la Copa. Si cada uno de los jugadores de esta plantilla tuviera en sus venas la sangre valencianista de Vidal, se dejarían la vida por esa victoria. Si yo fuera entrenador del Valencia invitaría a Vidal a que hablase con los jugadores antes de saltar al campo. A que los saludase, les diese la mano, les mirase a los ojos y les dijera a cada uno: «Seré valencianista hasta el último día de mi vida». Puede que fuese la táctica más eficaz.

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