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Va de bo !

Un viaje a la melancolía

La fuente de los cincuenta caños, en Segorbe. alberto soldado

El viajero agradece el correr de las aguas del Palancia junto a Segorbe bajo las sombras de verdes álamos. Pasean turistas que refrescan y beben en uno de los cincuenta caños de su fuente. Cada uno de ellos representa a una provincia española. Y el viajero pelotari que antes de llegar a Segorbe ha paseado por los frontones de Cheste, santuario de Panolleta y Pedralba, patria del Perolero y de Sevilla, ha recordado el trinquet del Tio Tomás en Vilamarxant, y se ha adentrado en Llíria.

En la capital edetana un buen alcalde dedicó una calle a uno de sus grandes pelotaris, José Puchol Peretó, ' Lliria I' -¿cuántos pueblos valencianos la tienen?-. A la memoria del viajero vienen las historias y disputas del Trinquet de Les Ànimes, allá por el siglo XVII, y el zurdazo de Genovés un día de Sant Miquel, a finales de los 80, cuando lanzó la pelota por encima de la alta pared del resto de aquel desaparecido trinquete entre el delirio general, que ese sí lo vio él.

Encara el viajero las llanuras hasta Casinos, la patria de Ibáñez, un pelotari de los grandes en los años cuarenta y cincuenta, que ganó mano a mano a Quart en noviembre de 1946 en el trinquet de Alzira; que ganó mano a mano a Juliet en su trinquete. ¿Por qué ese olvido a tan gran figura de nuestros trinquetes? Nada de la pelota valenciana queda en Casinos. Sube serpenteando hacia el altiplano de Alcublas. La vista hacia el este le lleva a contemplar a lo lejos, en clara mañana, el azul del mar de la cultura, del mar de los griegos de la Feninde, de los romanos del Herpastum, del puerto de Piombino, puerta a La Toscana; el de los pueblos colgados de la Liguria o de las laderas del Piamonte pelotari.

Y en las calles de Alcublas recuerda aquella cita vasco-valenciana a la modalidad de Galotxa, en uno de los primeros intentos en normalizar el juego directo entre los jóvenes vasco-navarros. Lamenta también el fracaso de aquella cancha mal diseñada y peor promocionada construida hace una década. Del altiplano buscará el valle del Palancia. Deja atrás la Cueva Santa, lugar de obligado descanso para reponer fuerzas y reparar el alma antes de adentrarse en Segorbe y recordar que allí hubo trinquete en el que llegaron a jugar los mejores de principios del XX, el Nel y el Xiquet de Simat. Trinquete que sufrió los bombardeos de la Guerra Civil y donde se acabó jugando a pala contra la pared. La pelota es hoy un lejano recuerdo en Segorbe pues ni siquiera ha tenido continuidad la iniciativa de jugar en una de sus calles en la feria de septiembre, costumbre hace años.

Mientras escucha el chorrear de las aguas contempla melancólico los escudos de cada provincia española. ¿En cuántas de ellas quedan restos del juego de pelota a mano? Según estadísticas oficiales de 1864 había en España 422 juegos de pelota. Entonces las provincias con mayor número eran las de Navarra, Logroño, Guipúzcoa, Zaragoza, Lérida, Tarragona, Madrid, Valencia, Vizcaya y Alicante. No sé si son muy de fiar pero es lo que hay. ¿Disponemos hoy de un censo de Juegos de Pelota? ¿Hay algún interés en tenerlo? ¿Para qué serviría? ¿Habría alguna autoridad de peso en el CSD, en TVE que planeara acciones de promoción del juego que en otros tiempos fue considerado deporte nacional? Sin necesidad de salirse de las fronteras valencianas? ¿hay algún interés en que en la comarca del Alto Palancia haya al menos un trinquete? ¿En qué quedó aquel proyecto de Gaibiel? ¿Qué hacemos con el juego de banqueta de Jérica?

Chorrean con fuerza los caños. Siguen buscando la mar las aguas del Palancia mientras un niño pide una Coca Cola al tiempo que patea un balón sobre la fuente de los cincuenta chorros. ¡Qué imagen tan cruel para un romántico! Y allá, casualidad, aparece la figura de Muedra, el pelotari de La Pobla de Farnals, para apretar tu mano y recordar aquella final de Fallas con Oltra y José María. Ahora su niño pelotari se hace fotos con Martínez de Irujo, leyenda de la pelota vasca en el renovado trinquet de La Pobla de Vallbona?Y un rayo de luz que penetra entre los álamos refracta sobre el alma del viajero.

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