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El rencor impulsa y mueve el mundo (el político y otros)

Unos apuntes literarios, y algo más, sobre ese resentimiento arraigado y persistente en muchas facetas cotidianas.

El rencor impulsa y mueve el mundo (el político y otros)

El rencor tiene mala prensa. Si acudimos a la literatura psicológica, la más científica o la más especulativa, coinciden en que no es sano, individual o colectivamente, mantener conductas rencorosas, o con remordimiento, que actúa como sinónimo. Una introducción pedante nos diría que el término remite a la voz latina rancor (querella, queja, o demanda) y de ella deriva el sustantivo rencoroso. Se suele definir como una emoción o un sentimiento, lo que según biólogos no es exactamente lo mismo. Ya lo intuyó el filósofo Baruch Spinoza en el siglo XVII. La emoción nos remite a un instante, mientras que si perdura se transforma en un sentimiento que puede permanecer durante mucho tiempo en la personalidad, pero también puede abarcar a la psicología colectiva, cuando un sector social siente una animadversión permanente a otro u otros. Una definición podría afirmar que es una actitud contra lo que se consideran afrentas, injusticias, humillaciones, desagravios…, sean reales o imaginarias, que dicen recibir las personas o los colectivos. Para algunos, por ejemplo, la lucha de clases que introdujo el marxismo contiene en sí mismo una parte de rencor que se transforma en venganza y que puede llegar a producir odio eterno para eliminar o derrotar a la clase contra la que se lucha.

El rencor impulsa y mueve el mundo (el político y otros)

Pero el tema es complejo porque se admite que es algo consustancial a la condición humana, que perjudica al individuo (no tanto cuando refleja a un colectivo) que la mantiene viva y no la olvida, De ahí que la psicología terapéutica, y los libros de autoayuda, recalquen la necesidad del olvido y del perdón para no caer en un reconcomo persistente que acabe en una neurosis obsesiva. Porque el rencor conduce a la estrategia de la venganza y el reconcomo obsesivo puede llegar incluso al odio permanente. El sujeto con rencor construye su propio objetivo para ver si puede perjudicar o destruir al destinatario de su animadversión y fabula sus posibilidades de realizarla. Otras veces no es consciente del mismo y puede despertarse en cualquier momento, Pero ¿qué hacemos con términos como inquina, encono, tirria, fobia, aborrecimiento? Los diccionarios los cuentan como sinónimos y resulta difícil matizar sus diferencias y establecer una clasificación. Para Nietzsche el rencor formaba parte de la moral del esclavo frente a la moral del amo, que era un ser independiente y libre, y por eso criticaba a la religión como medio de asegurar la sumisión y procurar que el rencor no alcanzara a los que controlaban la sociedad.

El rencor impulsa y mueve el mundo (el político y otros)

Se cuentan varios ejemplos sobre la perversión que puede ocasionar en las mentes dominadas por el remordimiento e impedir una vida tranquila y feliz, y para ello se proponen diversas técnicas que los psiquiatras y psicólogos avalan. Consideran que de esa manera la dependencia de los pensamientos rencorosos impide la buena salud mental y física porque, normalmente, no se cumplían los proyectos de venganza y solo se esperaba a que la vida perjudicara, por cualquier circunstancia, al personal que detestamos, que pueden ser de cualquier círculo social, incluso familiar. Miren, si no, lo que ocurre con la familia de los que controlaban la bodega de Vega Sicilia y otras empresas. La historia de la literatura proporciona también muchos ejemplos de tramas donde está presente el rencor. Se publicó una novela en castellano, primero en México y después en España, del francés George Ohnet, tan prolijo como Blasco Ibáñez, pero con menor calidad literaria, dedicado a la literatura folletinesca. Sin embargo, sus ediciones alcanzaban cuotas espectaculares en Europa y América, mayor que las obras de su contemporáneo Emile Zola. “Le Maître de forges” (1882) fue traducida a varios idiomas con 400 ediciones con más de un millón de ejemplares en 1910. Pero curiosamente de “Un Antiguo Rencor”, editada en 1985, no he encontrado la edición en francés sino en castellano y destacando a su traductor F. Sarmiento, que sospecho que se refiere a Domingo Faustino Sarmiento, quien fuera presidente de Argentina en el siglo XIX, muy activo en extender la educación por el país, al que probablemente se la remitió el autor y este se la envió a un editor mexicano que la publicaría en 1895 y después al alemán desde el español. Con un argumento distinto, pero en una línea parecida está la novela recién publicada del valenciano Vicente Torres “La del Alba” (Círculo Rojo, 2022)

Lo cierto es que el rencor forma parte de la condición humana. Una vez me dijo Joan Fuster cuando yo dirigía el Instituto de BUP de Sueca, al que le puse su nombre, en una de aquellas noches en que lo visitaba en su casa de la calle San Josep 10: “es el que mueve el mundo y transforma las sociedades”. Supongo que estaría pensando en su interpretación del valenciano al que consideraba exclusivo para la Comunidad., Sin pasarse de frenada, como tampoco conviene comer muchos pasteles por lo de diabetes, tal vez con determinadas personas un poco de rencor sirve para mantenerse vivo. En política y en la Universidad, dos parcelas en las que he vivido son muy frecuentes. Son lugares propicios para traiciones de gente que parece amiga pero que se revuelve contra ti cuando ya no le sirves, aunque lo hayas apoyado y promocionado en el pasado (alguna experiencia tengo del Centro de la UNED Alzira-Valencia que ayudé a crear y dirigir durante más de 21 años). Cuentan que un amigo de Azaña le dijo que había conocido a alguien que lo ponía a parir y lo vejaba, y aquel le contestó: «No lo entiendo, si yo nunca le he hecho un favor».

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