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Esqueletos de hormigón

Alzira, Cullera, Càrcer y l'Énova conviven con construcciones inacabadas desde el estallido de la crisis Sólo un proyecto de Alberic se retoma

Esqueletos de hormigón

La adquisición por parte de la empresa vinculada al mundo del automóvil Top Recambios de una parte de la mayor nave industrial de la comarca, en concreto la construida por la cadena de supermercados Vidal en Alberic, supone el fin de uno de los símbolos de la explosión de la burbuja inmobiliaria en la Ribera. Junto a esta mastodóntica nave, se construyeron numerosas infraestructuras, tanto comerciales como residenciales, por todo el territorio ribereño aprovechando el boom de la construcción. Algunos de estos proyectos de gran envergadura se terminaron, pero otros todavía lucen sus estructuras inacabadas, estando algunas construcciones destinadas a ser derruidas. Se trata de un legado heredado; son esqueletos de hormigón.

Los tiempos de auge permitieron la construcción de numerosas urbanizaciones y la aprobación de algunos PAI desorbitados, algunos de los cuales con el tiempo se han podido echar atrás. Una de las urbanizaciones que mejor describe lo que significó el estadillo de la crisis es la de La Bessana, en l'Énova. La caída total de la economía provocó que la construcción de la zona residencial se detuviera de golpe en 2010, creando una secuencia temporal en la que aparecen 75 viviendas unifamiliares en diferentes fases de construcción. La promoción anunciaba 82 vivendas, de las cuales solo 10 o 12 están acabadas. Del resto, hay algunas al 90 %, la mayoría estan bastante avanzadas y otras están en fase inicial. Este curioso paisaje llevó a tres arquitectos valencianos a estudiar el modelo y realizar un proyecto que se presentó en la Bienal de Arquitectura de Venecia. En estos momentos, el agente urbanizador que se quedó a obra ha puesto en subasta unas parcelas. Si se venden, según indica el alcalde Tomàs Giner, «se podrá proseguir con la construcción».

Un caso similar sucedió en Càrcer con la ciudad jardín proyectada que pretendía ofrecer todo tipo de servicios asistenciales para personas mayores y que acabó reorientándose en una urbanización para gente joven donde se iban a construir 355 viviendas. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria pilló la construcción del área residencial a medio hacer, con 65 casas inacabadas y solo 38 concluidas. La paralización de las obras y el abandono de las viviendas no concluidas en esa primera fase que pretendía construir 115 casas desencadenaron una serie de robos de los materiales que se podían comercializar, quedando las residencias unifamiliares totalmente desguazadas. La obra de urbanización, que también se ejecutó, sufrió también robos de trapas de alcantarillado y de todo tipo de cables eléctricos.

El proyecto inicial pretendía ocupar una superficie de 120.000 metros cuadrados ubicada a poco más de un kilómetros del casco urbano del pueblo. Ahora, la instantánea describe una ciudad fantasma con dos zonas claramente diferenciadas, la de las viviendas acabadas y las de las que están desvalijadas. En este aspecto, el actual alcalde de Càrcer, Josep Botella, lamenta que sea «una urbanización sin viabilidad, una jugada especulativa que se permitió en su momento». El primer edil indica que «ahora hay que apechugar con lo que hay y con el daño medioambiental que se permitió y adoptar una actitud de defensa para que esto no le cueste dinero al pueblo».

Una tercera urbanización que padeció los efectos de la crisis fue la que se sitúa entre el monasterio de la Barraca de Aigües Vives y la carretera CV-50. En este caso, después de 10 años del inicio de las obras la superficie presenta algunos adosados inacabados y la obra de urbanización terminada. Pese a ello, desde el consistorio se considera que la zona urbanizada presenta una serie de deficiencias que deberán de ser subsanadas por el agente urbanizador antes de que el consistorio recepcione, motivo por el cual han emitido un informe al departamento de Urbanismo del Ayuntamiento de Alzira para que inste al agente urbanización a corregir las deficiencias. La idea es que, cuando se reparen los defectos, se proceda a recepcionar la urbanización.

El ejemplo de Vilella

Si en Alzira hay un ejemplo que representa el estallido de la burbuja inmobiliaria, esa es la estructura de hormigón del frustrado centro comercial de Vilella. Las obras del centro comercial alcireño, que iba a acoger el Museo de las Artes Audiovisuales, se paralizó hace más de seis años al cortar Bankia la financiación a la empresa promotora debido a las deudas. La propia entidad bancaria adquirió en junio de 2009 los terrenos del sector Vilella y la edificación al cerrar un acuerdo de compraventa con la propia constructora por el importe de la deuda, que ascendía a 46 millones de euros. La retirada de las grúas en verano de 2010 y de la estructura metálica que sobresalía sobre el hormigón ocho meses después dejaron entrever que el banco no iba a concluir las obras. Curiosamente, las obras se paralización tras realizar el promotor una importante inversión en mejorar la capacidad de desagüe de los barrancos que concluyen en el sector. Los trabajos de urbanización tampoco se terminaron. En los últimos meses esta estructura inacabada ha regresado a la actualidad al ser utilizada por jóvenes como una improvisada pista de patinaje pese al riesgo que conlleva deambular por el peligroso armazón de hormigón abandonado.

Favara termina los adosados

Favara convivía hace menos de 2 años con 60 adosados ubicados en la entrada del municipio, muy cerca de la carretera nacional N-332, que no se pudieron terminar debido a la crisis inmobiliaria pese a estar todos prácticamente terminados. La paralización propició los saqueos y la dejadez de los inmuebles, hasta que hace poco más de año y medio una entidad bancaria se quedó estas edificaciones y las terminó, ofreciéndolas a un competitivo precio de 60.000 euros. Según explica la alcaldesa del municipio, Oro Azorín, «se ha vendido ya el 90 % de los adosados, sobre todo a clientes de Holanda o Bélgica, aunque también hay propietarios que son de aquí». Junto a las edificaciones hay también una zona común y un parque. «Parece una urbanización», añade la primera edil.

En Cullera, la paralización de las obras de los bungalows situados en la zona del instituto IES Joan Llopis Marí también propició que se padecieran saqueos y destrozos importantes. Hasta tres bloques de adosados están paralizados en dicha zona. A fecha de hoy, los operarios trabajan en al menos uno de ellos. También en el municipio de la Ribera Baixa se encuentra un gran edificio que solo cuenta que la estructura y cuyas obras no parece que se vayan a reanudar tras permanecer más de 4 años paradas. Por último, la construcción de un grupo de bongalows en la zona del Cap Blanc también llevan tres años detenida.

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