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Un SOS por las abejas desde Montroi

El Museo Valenciano de la Miel incorpora en su quinto aniversario una «Sala de Concienciación» que muestra las amenazas que acechan a un insecto vital para la humanidad Los visitantes pueden percibir diferentes aromas propios de la naturaleza

Una de cada tres frutas y verduras que consume la humanidad ha sido polinizada por las abejas de la miel. Sin embargo, en las últimas décadas prolifera un fenómeno conocido entre los apicultores como el «despoblamiento de las colmenas», que pone en serio peligro la supervivencia de estos insectos y, por extensión, el futuro de la alimentación, tal y como la han conocido millones de generaciones a lo largo de la historia. Dicho de otro modo: sin humanos podría existir vida en el planeta pero, sin abejas, a la humanidad le quedarían solo cuatro años de vida. Palabra de Albert Eistein.

Bajo esta premisa, el Museo Valenciano de la Miel (Muvamel) ha decidido conmemorar el quinto aniversario de su puesta en funcionamiento con la creación de una sala dedicada a concienciar a todos los visitantes de la necesidad de proteger a las abejas melíferas de los peligros que las acechan: el cambio climático, el peligro de los monocultivos, las sequías sistemáticas, los parásitos de las abejas y, por encima de todos ellos, el uso y abuso de pesticidas y plaguicidas en la agricultura figuran como los principales fenómenos, sin olvidar la penetración de especies invasoras que, como la «vespa velutina» procedente de paises asiáticos, resultan devastadoras para la supervivencia de las abejas de nuestro entorno más próximo.

Según datos de la Unión Europea, el 9 % de las abejas están en riesgo de extinción en Europa y un 37 % de estas especies están perdiendo población. En algunas regiones de Europa, un 44 % de las abejas están amenazadas. Datos escalofriantes que han servido para dar la señal de alarma a los estados para que pongan coto a determinados productos de la industria agroquímica. Gracias al esfuerzo de entidades ecologistas como Greenpeace se ha conseguido eliminar algunos de los elementos tóxicos que más afectan a las abejas, concretamente, aquellos productos que utilizan neonicotinoides y que produce la misma adicción a las abejas que el tabaco a los fumadores.

Olores que desorientan

«Las abejas llevan millones de años oliendo determinados aromas en las flores. En realidad, es el olor del néctar lo que las atrae y lo que las anima a ir de flor en flor recolectando polen y contribuyendo a la polinización de las plantas», señala el director de Muvamel, Carles Galletero. Cuando estos olores se alteran o desaparecen, las abejas se desorientan y no saben volver a su colmena. Así pues, si en una colmena debe concentrarse una población de alrededor de 60.000 abejas para que rinda de un modo productivo, el efecto de este fenómeno hace que en muchas de ellas solo se encuentren unos miles de ejemplares, a menudo enfermas o famélicas.

Si hace un par de años, la organización de la Fira Valenciana de la Mel (Fivamel), que se celebra este mismo fin de semana en Montroi, decidió reconocer la labor desarrollado por Greenpeace, con la entrega de la «Abelleta d'Or» a Luis Ferreirim, responsable apícola del grupo ecologista, en esta edición en la que se cumple el quinto aniversario de la fundación del museo, se ha decidido habilitar una sala específica para tratar los peligros que pueden hacer desaparecer a las abejas de la miel.

«Las alas que sostienen el mundo»

La «Sala de Concienciación» consta de más de veinte metros de área de información con fotografías, así como una zona de proyección en la que se podrá ver el documental elaborado por el área de grafismo del museo titulado «Las abejas melíferas, las alas que sostienen el mundo¡».

Una de las novedades de esta zona que pretende sensibilizar al público que visita el museo es la posibilidad de oler los aromas de la naturaleza. Olor a azahar, pino, eucaliptus, tomillo, acacia y bosque, de manera que los espectadores se sentirán en el interior de la sala como si fueran una abeja más, al respirar la esencias de la naturaleza, gracias a un dispositivo de lámparas aromáticas dispuestas en las paredes del museo.

«Debemos confiar en los más pequeños, que son los que más nos visitan -asegura Galletero- para que tomen conciencia de la necesidad de proteger a las abejas. Cada vez que una abeja poliniza una planta nos da de comer a todos. Así que no debemos bajar la guardia sobre los peligros que las acechan y exigir a las autoridades que sean severas con las empresas que contaminan el aire que respiramos».

La «Sala de Concienciación» ha sido patrocinada por el Museu Valencià d'Etnologia de la Diputación de València, gracias a una línea de subvenciones que apuesta por incentivar a los museos etnológicos de la provincia.

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