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El genio de Gil Cucó cien años después

Una exposición reivindica en la Pobla Llarga la figura del pintor local que labró su carrera artística en Buenos Aires al cumplirse cien años de su nacimiento

El genio de Gil Cucó cien años después

Saltó el charco en el año 1949 en busca de una oportunidad que la España de la posguerra le negaba con una colección de estampas religiosas traídas de París en la maleta, por si la exigencia del mercado le obligaba a abordar esta temática, aunque durante su estancia en Buenos Aires (Argentina) realizó retratos, paisajes y bodegones para diferentes marchantes de arte pero, sobre todo, se labró un prestigio en la pintura sobre porcelana. «Ha habido pocos pintores en el mundo de esa categoría en esta especialidad», subraya Norbert Blasco, sobrino del pintor de la Pobla Llarga Rafael Gil Cucó (1919-2003). Una exposición organizada por el ayuntamiento para conmemorar el centenario del nacimiento del pintor reivindica la figura de este artista de la generación perdida.

Gil Cucó nació en la Pobla el 19 de septiembre de 1919, en la misma casa en la que doce años antes había fallecido el pintor José Estruch, maestro de Joaquín Sorolla. No contaba con antecedentes artísticos en su familia, pero pronto destacó por su afición a la pintura y, de hecho, realizó su primera exposición en la Pobla cuando todavía era alumno de la Escuela de Artes y Oficios de Carcaixent, junto a su amigo y biógrafo, Eduard Soler i Estruch, a principios de la década de los 40. Alistado voluntario con 17 años en el ejército republicano, se integró en los «batallones de motoristas de enlace» y cuando acabó la Guerra Civil pasó por los campos de concentración de Unamuno, en Madrid; Reus y Girona, junto a otros tres compañeros de la Pobla.

Título de profesor de pintura

Posteriormente fue destinado al cuartel militar de Alcoi para continuar el servicio militar y, en las paredes del comedor, pintó unos murales humorísticos. De Alcoi pasaría a València, donde continuó con el servicio militar y pudo ingresar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos, en la que ya el primer año ganó dos premios por las altas calificaciones conseguidas tanto en pintura como en dibujo. Estos premios junto a encargos de publicidad para diseñar marcas de naranjas y becas, entre ellas una del Ayuntamiento de la Pobla Llarga, le permitieron continuar los estudios y obtener el título de profesor de pintura.

Discípulo de Tusset, Sánchez Yago, Garín y Furió, las dificultades para dedicarse a la enseñanza y las penurias que vivía el país provocaron que emigrara a un país como Argentina que, tras la II Guerra Mundial, ofrecía al menos posibilidades de trabajo en un oficio que tanto Gil Cucó como su mujer dominaban.

«Fue un muy buen pintor de oficio, que nunca tuvo pretensiones de ser un artista de vanguardia», comenta Norbert Blasco, mientras recuerda que ya asentado de nuevo en la Comunitat Valenciana reprodujo algunos paneles cerámicos del siglo XVIII que, con motivos religiosos, habían desaparecido en Alzira. Entre ellos, uno en la Casa del Empeño, actual sede del Museu Municipal (MUMA), y otro en la Plaça de la Malva. Gil Cucó protagonizó la primera muestra de pintura sobre porcelana organizada en la casa de la cultura de Alzira en abril de 1990.

Falleció en Gandia cuando pintaba las escenas de la Pasión en la iglesia de la Sagrada Familia.

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