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Una (mala) costumbre muy poco higiénica

Las toallitas húmedas arrojadas incorrectamente en el inodoro causan cada año más perjuicios a los colectores y a las depuradoras de la Ribera

Una (mala) costumbre muy poco higiénica

Un sencillo gesto es, en ocasiones, suficiente para crear un problema que alcance magnitudes gigantescas. Es el caso de arrojar las toallitas húmedas por el inodoro. Un acto que a priori parece inocente pero que tiene unas consecuencias nefastas, principalmente atascos y roturas de maquinaria de todo tipo, para las canalizaciones de las viviendas, la red de alcantarillado de los municipios y para las estaciones de depuración de aguas residuales. Cada año, se retiran decenas de toneladas de las infraestructuras subterráneas de la comarca y sus desperfectos suponen inversiones monetarias desorbitadas. Se trata, además, de una circunstancia que puede deteriorar hasta niveles insospechados el medio ambiente.

Paco Martí, gerente de Limpiezas y Extracciones Marmi, explica en los siguientes términos cuál es la situación actual al respecto: «Es un problema muy real que contamina ríos y mares. Se da por una falta de educación.Las toallitas ni se disuelven ni se deshacen. Puedes ponerlas en un cubo con jabón, ácido, lejía y volver a los días y sería todo una masa compacta.Hablamos de un producto que lleva fibras, celulosa y gomas, lo que lo convierte en un elemento sólido». Eso se traduce en numerosos atascos, ya sea en canalizaciones de viviendas como en colectores de ciudades.

«Hace más de quince años, te encontrabas algunas en las bajantes de algunas viviendas, pero ni mucho menos suponía el problema que es ahora. Los ayuntamientos y las empresas adjudicatarias hacen grandes esfuerzos para desatascar los colectores. Pero todos los días la gente tira toallitas al váter», argumenta, para añadir a continuación: «Cuando vamos con una cuba, los tubos pueden absorber esas toallitas incrustadas. Pero cuando llegan a la cuba se expanden y tenemos unos problemas que antes no teníamos ya que hay que entrar con máscaras para limpiarlas. Las toallitas multiplican los atascos normales, ya que son capaces de retener otros residuos que, de no estar, se filtrarían».

Escasa concienciación

A su juicio, se trata de un problema que parece olvidado dada las escasas campañas informativas que se realizan al respecto: «Estamos concienciando a la gente para que haga una correcta gestión de los residuos, que recicle, evite los plásticos, pero sobre esto no se habla, ni siquiera existen contenedores específicos para toallitas. La solución pasa por tomar cartas en el asunto y educar en los colegios para que los más jóvenes comprendan la magnitud del problema, de ese modo podrán inculcárselo a sus padres y cuando crezcan no lo reproducirán», asegura.

Si se retiran miles de kilos de toallitas en viviendas y localidades, tampoco se salvan las depuradoras. Así lo pone de manifiesto el jefe de planta de la depuradora de Carcaixent: «El problema es serio y grave. En los últimos años se hace un elevado consumo de estas toallitas y hay un porcentaje importante de personas que lo tira al váter. Eso llega al alcantarillado y su destino final es la depuradora. Estas toallitas se impregnan de grasas, aceites y se acaban pegando en los tubos del alcantarillado. Afortunadamente, con el paso de los años nos hemos preparado para ello. Llegan poco a poco a las estaciones de bombeo y siempre y cuando no sean cantidades demasiado elevadas, podemos tratar con ello. Se quedan en rejas y tamices y se separan». De hecho, la estación de tratamiento de aguas residuales realiza tareas, prácticamente cada día (la misma frecuencia con la que miles de personas arrojan toallitas por el retrete) de limpieza y mantenimiento para evitar que se produzcan problemas más serios: «Contamos una persona que realiza una ruta diaria, tenemos un sistema de control en las estaciones de bombeo que envían el agua de los pueblos a la depuradora, así que cuando se ve un comportamiento anómalo de las bombas se paran, se desmonta, se limpia y se vuelve a montar».

Vertidos al Xúquer

En el caso de las depuradoras, el verdadero drama llega con las precipitaciones intensas: «El problema se agrava cuando hay una lluvia después de un tiempo seco. Crece el caudal de manera importante, hay un arrastre y llega de golpe una masa de toallitas que forman madejas enormes que obturan los rodetes de las bombas. Tenemos cuatro bombas, normalmente funciona una, pero cuando se dan estas circunstancias se obstruye ésta, automáticamente se pone en marcha la siguiente y al final afecta a las cuatro y ya no hay bombeo. En ese momento es cuando se pone en marcha el sistema de alivio para que no retorne el agua a las calles se acaba produciendo un vertido que no se ha tratado en el Xúquer», afirma Muñoz.

Las cifras asustan. No obstante, la educación en valores cívicos es la clave: «Una planta como la nuestra retira unos seis contenedores de pretratamiento de unos 12.000 kilos de residuos al año, seguro que el 50 o el 60 % son toallitas. Recibimos visitas de colegios e institutos y les explicamos cómo funciona la plante e intentamos sensibilizando. Al final, tienen que ser conscientes de lo que uno tira por el váter, aunque ya no lo vea, llega a algún sitio y puede ser un problema. Hace muchos años, tuvimos grandes problemas con los bastoncillos para las orejas y, afortunadamente, menguó. Esperemos que ocurra lo mismo con las toallitas», concluye Muñoz.

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