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Mucha vegetación, pero poca prevención

Las montañas que fueron arrasadas por el fuego se regeneran favorecidas por la lluvia pero nadie gestiona la política forestal para evitar que vuelvan a convertirse en otro polvorín de alto riesgo

Mucha vegetación, pero poca prevención

Se aproxima el cuarto aniversario del último gran incendio de Carcaixent. El fuego arrasó, en junio de 2016, más de dos mil hectáreas. Durante estos años, el color verde ha vuelto a las zonas forestales, aunque no lo ha hecho de forma homogénea. La recuperación del monte es un hecho indiscutible. Como lo es que volverá a arder si no se actúa de manera adecuada. Paradójicamente, su (correcta) explotación es una de las claves para prevenir futuros incendios.

Los primeros brotes verdes se dejaron ver apenas unos meses después. «La vegetación mediterránea tiende a recuperarse de los incendios, ya que forman parte del ecosistema, pero tiene su límite», explica a Levante-EMV el ingeniero forestal Ferran Dalmau, natural de la localidad. «La regeneración va por zonas. En las de umbría y con una menor pendiente existen unas mejores condiciones. No ocurre lo mismo en las de solana, donde todavía se aprecian graves problemas en la recuperación de la cobertura vegetal», añade.

Dalmau señala, además, que este proceso se caracteriza por la pronta recuperación de las especies herbáceas. «Los matorrales se regeneran con más facilidad, pero también hay que tener en cuenta que se trata de una materia más fina y vulnerable a futuros incendios por su mayor carga de combustible», asegura, para concretar después: «Además se da la circunstancia de que hay ejemplares que desaparecen, por un lado, porque el cambio climático condiciona la recuperación y, por otro, porque la sucesión de incendios ha impedido que existan ejemplares adultos con capacidad reproductiva».

En ese sentido, Dalmau destaca que la recurrencia de incendios en algunas zonas de la Ribera, especialmente en Carcaixent, «es muy alta». «Cada pocos años tenemos un gran incendio», apostilla. Según la información recopilada por el experto, sólo desde 1983 la localidad ha sufrido más de 60 incidentes relacionados con el fuego forestal, ya sean meros conatos o incendios de mayor tamaño. En 1981 se quemaron 2.375 hectáreas, en 1991 ardieron más de 4.500, en el año 2000 el fuego arrasó 1.237 y en 2010 se quemaron 2.059. En 2016 se repitió un gran incendio y se calcinó una superficie de más de 2.000 hectáreas.

« Los bosques han pasado de estar sobreexplotados a estar totalmente abandonados. Todos los municipios tienen un plan urbanístico pero carecen de uno que gestione las zonas forestales. Y todavía son pocos los que cuentan con uno de prevención de incendios que, además, se aplique», comenta al respecto Dalmau. «Antiguamente, teníamos hornos de cal en la montaña, que consumían grandes cantidades de leña. La madera se usaba también como calefacción y en la construcción, por lo que la vegetación acumulada era menor», subraya el experto. A mayor descuido forestal, mayor riesgo de incendio.

Tomar decisiones

Dalmau defiende que es el momento de «tomar decisiones urgentes» para proteger las masas forestales. «Ahora tenemos que dejar atrás los dogmas. No vale eso de mejor una carrasca que un pino, porque hay muchas zonas que sólo reúnen condiciones para tener pinos. Lo importante es apostar por la calidad y no por la cantidad de los árboles. En la regeneración de un postincendio nos encontramos, muchas veces, con miles de árboles en una hectárea que se pelean entre ellos por los recursos para sobrevivir. Hay que tener menos árboles para que éstos sean más grandes, fuertes, saludables y resistentes. Como solemos decir, los pinos gordos no se queman», añade.

Por último, Dalmau explica que una de las mejores opciones para evitar un incendio (o al menos para reducir su impacto) es «hacer que el monte valga dinero». «Sabemos que los incendios se van a reproducir, ya que aunque se reduzca a cero la causa humana, existen factores naturales que los provocan. Pero no podemos prever las condiciones ambientales, ni el lugar, aunque sí podemos elegir el escenario, de ahí que sea tan importante la gestión del territorio. Si sacamos recursos de las masas forestales, tanto a través de la agricultura como de la ganadería, estamos ayudando a reducir el riesgo ya que son la primera línea de defensa», concluye.

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