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Cogidos con agujas a la fiesta tras un año en blanco

Dos tiendas de vestimenta fallera han cerrado durante la pandemia y otras dos de forma temporal Los profesionales se sienten los principales perjudicados de la crisis ante la falta de ayudas

De izquierda a derecha, Mati Cuenca, Beatriz Romero, Toni Martí, Bernat Chordà y Paco Laudes. | PASCUAL FANDOS

Beatriz Romero abrió su tienda de indumentaria valenciana en Alzira apenas seis meses antes de la declaración del primer estado de alarma por la expansión del coronavirus el 14 de marzo de 2020. El negocio había evolucionado de forma satisfactoria hasta ese momento, pero la actividad desde entonces ha sido nula. Únicamente ha vendido en el último año un traje de comunión. Incluso la mayoría de arreglos y encargos que tenía pendientes de entregar a las puertas de las Fallas de 2020 se quedaron en los percheros y, salvo casos contados, los propietarios no han pasado a recogerlos. Sin perspectivas de fiestas a la vista, nadie necesita estas prendas. Cerró la tienda física -aunque no la actividad- ante la imposibilidad de asumir el pago de un alquiler «con ingresos cero» y está en proceso mudarse a otro establecimiento. Pese a todo, no pierde la ilusión. «Todo el dinero que gané lo reinvertí porque me gusta, pensaba que en Alzira había un déficit de tiendas de indumentaria, era lo que yo realmente quería hacer y, además, me funcionaba», comenta la propietaria de Bennizaa.

Dos tiendas de indumentaria fallera han cerrado en Alzira durante la pandemia y una tercera anuncia en los escaparates liquidación por jubilación del dueño. Las cinco que quedan sobreviven como pueden sin poder acogerse «a ninguna ayuda», denuncian. Se consideran el sector más perjudicado por la crisis derivada del coronavirus y se sienten abandonados.

Tres son fabricantes, mientras que, al igual que Beatriz Romero, Mati Cuenta ha bajado la persiana de su tienda de forma temporal con la perspectiva de abrir en abril. Pese a la reducción de la oferta, la soledad acompaña día tras día a las personas que atienden los establecimientos que siguen abiertos con la esperanza puesta en que se puedan celebrar las fallas «cuanto antes», lo que daría un balón de oxígeno a sus negocios. «Este año es una ruina, no alcanzamos ni el 2 % de facturación», señala Paco Laudes, de Artesanía Elvira Bella, que defiende que cualquier posibilidad de venta es mejor que seguir a cero. «Tenemos que intentar aguantar de aquí a septiembre, pero para eso necesitamos ayudas», comenta.

«Si no hay fallas lo antes posible, por mucho que nos ayuden económicamente, no vamos a aguantar, estamos perdidos. Lo único que queremos es poder trabajar», comenta Toni Martí, de la firma Mercedes Romero, que a las puertas de la pandemia alquiló un local contiguo y adquirió nueva maquinaria que ni siquiera ha podido estrenar. Se muestra optimista si se pueden celebrar las Fallas en septiembre ya que considera que, de forma automática, se activaría el nuevo ejercicio y, con él, los pedidos.

Bernat Chordà, de Artesanía Mª Teresa Albuixech, señala que, como fabricante, la recuperación le llegará un año después que a las tiendas. «Si las tiendas no venden, yo no vendo, y tienen género suficiente para empezar. Pese a todo, no hemos recibido ayudas de ningún tipo, cero», asegura, mientras señala que no existe en el registro de actividades un epígrafe propio de indumentaria tradicional, por lo que ni siquiera pueden acogerse a los ERTE sin limitaciones «ya que el Gobierno considera que podemos trabajar» al tratarse de confección de ropa. «En Madrid no saben si yo hago manteletas o qué hago, pero no te puedes poner a fabricar pantalones cuando trabajas con bordados», apunta Chordà, que lamenta que tampoco se les haya tenido en cuenta en el primer reparto de las ayudas del Plan Resistir -el ayuntamiento les ha emplazado a estudiar su caso en la asignación de sobrantes- mientras que, alerta, las ayudas para artesanos que ha activado la Generalitat «también tienen letra pequeña». «No sabes qué te van a dar, pero tienes que mantener doce meses la actividad, todo son faciliades», señala.

Las tiendas de indumentaria fallera pudieron realizar la primera parte de la campaña de las Fallas de 2020, aunque el parón impidió completarla y también lanzar las rebajas que tradicionalmente siguen a las fiestas y que, señala Martí, «representa más del 50 % de la venta anual para las tiendas».

«La cosa es tan simple como que un día como hoy, en plena campaña, no podríamos estar aquí», comenta Mati Cuenca, que se muestra pesimista. «Que nadie se olvide que si en septiembre hay Fallas serán de blusón» por lo que pide que, llegado el momento, «la gente disfrute de la fiesta y se vista. Eso será positivo para todos».

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