La indumentarista alcireña Marta Arroyo cerró su negocio de forma definitiva el pasado 10 de febrero arrastrada por la crisis derivada de la pandemia del coronavirus, aunque ha necesitado tiempo para asumir el golpe y anunciar su decisión. Lo hizo el domingo a través de las redes sociales coincidiendo con la información publicada por Levante-EMV sobre la difícil situación que viven las tiendas de indumentaria valenciana y los talleres que trabajan en Alzira tras un año prácticamente sin ingresos. «Apoyad a la indumentaria y a todo este sector para que el resto de compañeros no termine así», lanza Arroyo a modo de «SOS» en el relato de lo que califica como «la aventura más maravillosa» que ha podido vivir: la apertura de su propio negocio y el esfuerzo realizado para abrirse un hueco en el sector. La joven indumentarista tiene claro que si como ahora anuncia el ayuntamiento se arbitran ayudas para el sector con el sobrante del Plan Resistir, «llegan tarde, muy tarde». En su caso, asegura que no tiene «ganas ni fuerzas ni economía» para intentarlo de nuevo y señala que no ha realizado su reflexión en voz alta pensando en ella, sino en los demás. «Yo cierro un capítulo, pero hay gente que quiere seguir», comenta.

La declaración del primer estado de alarma a las puertas de las Fallas de 2020 y la posterior suspensión de las fiestas provocó un parón en la actividad de los indumentaristas que está a punto de cumplir un año. «Llega un momento en que es inviable», comenta Marta Arroyo, mientras relata que el pago de las cuotas de autónomo, préstamos, proveedores o el alquiler, entre otros gravámenes, consumieron en ausencia de ingresos todos los ahorros y la abocaron a un callejón sin salida. «No nos han tenido en cuenta para nada y no he recibido ayudas de ningún lado, ni siquiera los 400 euros que el ayuntamiento prometió a los autónomos», lamenta, mientras describe como un «proceso muy duro» el cierre del negocio al que se había dedicado en cuerpo y alma.

«Yo vivía para trabajar porque cuando abres un negocio, sobre todo si no tienes un respaldo detrás, te dedicas de lleno para en un futuro tener ese respaldo, pero no me han dejado llegar a ese punto. Mi vida era ese trabajo y de la noche a la mañana te lo quitan», lamenta, mientras explica en los últimos meses había encontrado otra actividad, si bien las restricciones impuestas al comercio con la obligación de cerrar a las 18 horas provocaron que perdiera este empleo.

Marta Arroyo repasa en su muro de Facebook como hace seis años, con solo 20 años y 1.500 euros en el bolsillo, montó su primer negocio con el sueño de crearse un hombre «entre los indumentaristas que tanto admiraba», lo que llegó a conseguir con mucho esfuerzo y noches sin dormir. «Todo eso valió la pena porque se convirtió en el trabajo más gratificante de todos». «Con todo el dolor del mundo tengo que cerrar el sueño», señala al despedirse de la familia fallera.