La pandemia ha evitado que más de siete mil cofrades desfilen mañana, Viernes Santo, por las calles de Alzira en una procesión kilométrica que arremolina a una cantidad mucho mayor de espectadores. Uno de los alicientes es el reparto de caramelos, peladillas y cada vez más golosinas. La pandemia ha obligado a suspender este acto multitudinario por tercer año consecutivo y los más perjudicados, muy por encima de la desolación que sienten devotos y cofrades, son los dueños de las tiendas y quioscos que durante estas fechas vendían decenas de miles de quilos de dulces. El sector está destrozado por la falta de ingresos.

Junto a los doseles, que tampoco han podido exhibirse este año con la espectacularidad acostumbrada, la Semana Santa de Alzira se distingue por la entrega de dulces entre los familiares, amigos y conocidos que los cofrades encuentran en las atiborradas aceras de las calles por las que discurre la procesión general del Santo Entierro. Al calor de esa costumbre, en la capital de la Ribera Alta han crecido los negocios de distribición de caramelos y chucherías. Sus propietarios están muy preocupados por la (mala) salud de sus negocios.

«Esto ha sido un desastre, encadenar tres años seguidos sin procesión no lo podía esperar nadie y ha provocado un brutal desplome de ventas», lamentaba ayer Bernardo Chordá, gerente de Gologuinda, un distribuidor que disponía de una tienda, ya cerrada, especilizada en la confección de los paquetes y bolsas de dulces y chucherías que reparten los cofrades. En un día como hoy se formaban colas ante los comercios que vendían estos productos. Se despachaban miles de kilos de caramelos de las más variadas categorías y precios, peladillas de todo tipo, incluidas las cotizadas de Casinos, y una no menos extensa variedad de piruletas y golosinas. Pero desde hace tres años no se vive esa efervescencia.

El recorte de ventas, además, no solo se circunscribe a la campaña de la Semana Santa, sino que también han fallado otras vías de ingresos al suspenderse o aplazarse las celebraciones que tiran de los dulces: comuniones, cumpleaños o bodas. Se han registrado muy pocas y aquellas que se han llevado finalmente a cabo han tenido que reducir drásticamente el número de asistentes para ajustarse a las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias y evitar que se propagen los contagios.

En estas condiciones, el sector está para el arrastre. Otro de los grandes operadores del mercado, Dulceval, que tiene abierto un almacén en Guadassuar, también sufre el apagón festivo. Su responsable, Laura García, recuerda que la suspensión de los actos de 2019, por las repetidas precipitaciones que cayeron a lo largo de toda la semana, les dejó con el género comprado y sin vender. Lo mismo ocurrió el año pasado, y en 2021 han vuelto a quedarse sin clientes. «Está siendo muy duro, la caída de ventas es del 100%, porque nos hemos quedado sin la campaña más importante del año».

Y para rematar el negro panorama, se han quedado fuera de las líneas de subvenciones habilitadas por la Administración para los sectores afectados.No hay manera de endulzar esa crisis.