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El Medusa de Cullera se aplaza de nuevo

La organización cancela por segundo año consecutivo el festival ante las limitaciones que impone la pandemia y la ciudad se queda sin el impacto económico en forma de reservas de apartamentos, hoteles y ventas en tiendas y restaurantes

Uno de los conciertos en la última edición del Medusa Festival, en agosto de 2019. | LEVANTE-EMV

La suspensión por segundo año consecutivo del Medusa Festival de Cullera -la organización confirmó ayer que se aplaza hasta 2022, como informó en primicia Levante-EMV en su edición digital- tendrá un indudable impacto económico en la sociedad local ya que tanto la organización del evento como la afluencia masiva de público representan cada verano una inyección nada despreciable desde el punto de vista de la generación de empleo y del volumen de negocio que genera.

En base a los datos que baraja la propia organización, el festival propicia la creación de unos 1.200 empleos, entre puestos de trabajo directos e indirectos, mientras que el impacto económico en la localidad de Cullera de la última edición que se pudo celebrar, la del verano de 2019, se estimó por encima de los 24 millones de euros.

La organización ha apurado sus opciones con la esperanza de que la evolución de la pandemia del coronavirus permitiera celebrar el festival en el calendario habitual de agosto aunque, finalmente, ayer se confirmó el aplazamiento por segundo año consecutivo. «La situación sanitaria provocada por la pandemia obliga a este aplazamiento del festival al 2022», confirmó a este periódico el portavoz del certamen, Andreu Piqueras.

Un certamen multitudinairo

El impacto económico que tiene en Cullera cada verano la celebración del Medusa va directamente ligado a la ingente cantidad de público que moviliza. Todas las cifras que rodean al Medusa adquieren un carácter macro ya que en la última edición se contabilizaron alrededor de 300.000 personas, sumando los tres días de conciertos más la semana de acampada.

Se trata de un volumen de afluencia que tiene una repercusión directa en diferentes sectores de la economía local. La gente que llega al festival y optar por no acampar en el recinto habilitado para este fin busca alojamiento bien en apartamentos turísticos o en hoteles, que este verano verán menguadas sus reservas con la suspensión del certamen por segundo año consecutivo.

Esta avalancha de visitantes también se deja notar claramente en los ingresos de comercios, bares y restaurantes, que durante los días de celebración del festival ven cómo se dispara la demanda llegando en muchos casos a agotar existencias, un plus del que tampoco podrán disfrutar este año.

Aunque no solo Cullera se beneficia de la celebración del festival, ya que la imposibilidad de albergar a todos los visitantes provoca que una gran cantidad de los espectadores que se desplazan a Cullera para disfrutar de los conciertos tengan que buscar alojamiento en otras localidades próximas de la Ribera Baixa.

La seguridad ante todo

También la suspensión del Medusa por segundo año consecutivo reducirá la proyección mediática que el propio festival, uno de los más importantes de música electrónica de todo el estado español, sino el que más, genera tanto a nivel nacional como a nivel internacional de la marca turística de Cullera.

Fuentes municipales indicaron ayer que en estos momentos «es imposible poder valorar dicho impacto ya que, a pesar de todo, esta temporada turística va a ser atípica al seguir marcada por las restricciones derivadas de la pandemia sanitaria».

Con todo, diversas fuentes consultadas coincidieron en señalar que lo más importante es poder garantizar la seguridad de los asistentes a un festival que realmente mueve masas de gente por lo que desde diferentes sectores de la localidad se aplaude la medida tomada por los organizadores del Medusa Festival al suspender su celebración y posponerla para el próximo año.

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