Esta semana se han cumplido 30 años de la fecha de inauguración oficial del actual emplazamiento de Gavarda. La mayoría de sus habitantes optó por abandonar el pueblo viejo tras el desastre provocado por la pantanada para buscar seguridad en una cota más alta, lejos de la devastadora influència del Xúquer. Una pequeña porción de vecinos, en cambio, prefirió quedarse en sus casas de toda la vida. El ayuntamiento está preparando una agenda de actos para celebrar las tres décadas del nuevo núcleo urbano.
Entre las 29 localidades afectadas por la pantanada de Tous (20 de octubre de 1982), Gavarda y Beneixida sufrieron graves daños y muchas de sus viviendas resultaron afectadas. Poco tiempo después,el 19 de diciembre, durante una visita institucional a Gavarda, como parte del recorrido por las zonas afectadas, un grupo de niños gavardinos le gritó «al entonces Ministro de Obras Públicas y Urbanismo, Julián Campo, durante su paso por la localidad «No queremos dinero, queremos un pueblo nuevo». Su respuesta fue clara: «Tendréis un pueblo nuevo». La promesa del ministro se hizo realidad meses después. El Consejo de Ministros del primer gobierno socialista de Felipe González aprobó el 22 de febrero de 1984 las inversiones necesarias para construir el nuevo emplazamiento de ambas localidades, cuyos vecinos festejaron la noticia al enterarse. Por este motivo,además, los dos gobiernos locales acordaron en sendos plenos municipales declarar el día 22 de febrero festividad local.
25 millones de euros
En el caso de Gavarda, la operación requirió de una inversión de más de 4.200 millones de pesetas de la época (unos 25 millones de euros, aproximadamente) a cargo de la Administración Central,la Generalitat y la Diputación, a los que hay que sumarle el precio de los terrenos donde posteriormente se construyó, que ascendieron 31 millones de las antiguas pesetas (hoy, 186.000 euros).
A aquellos vecinos que aceptaron trasladar su domicilio al pueblo nuevo, les tasaron las viviendas antiguas y les dieron a escoger entre las disponibles de nueva construcción, aportando la diferencia, para lo que se les facilitaron créditos a bajo interés.
Los chalés
Hasta que les llegó el momento de mudarse a la nueva Gavarda, los vecinos residieron provisionalmente en viviendas prefabricadas, a las que familiarmente las llamaban « el albergue» o «el chalé», lugares que reunían buenas condiciones de habitabilidad pese a su eventualidad. El resto de vecinos, unas 19 familias, se resistieron a abandonar sus domicilios originarios, dado que solo necesitaron de una reparación menor, y por eso hoy en día todavía pueden verse casas habitadas en el casco antiguo del municipio, que sigue parcialmente en pie (tras la demolición de las viviendas abandonadas en 1992), con la Iglesia y el bar a pleno rendimiento.
Un pueblo de la nada
Tras ganar el concurso de ideas convocado por la Administración Pública, un equipo de arquitectos tuvo que superar el reto de diseñar un pueblo de la nada, con un proyecto muy complejo, dado que los terrenos de la nueva ubicación se hallan encima de una montaña que contaba con una topografía de pendientes muy pronunciadas. El equipo asumió el diseño de las calles del nuevo Gavarda, sus viviendas, y hasta la Iglesia.
En ese reto ambicioso, el equipo de arquitectos tuvo doble tarea de diseñar espacios para vivir y para que la gente pudiera relacionarse, que culminó tras tres años de obras, inaugurándose un 8 de noviembre de 1.991.
El ayuntamiento lo celebrará preparando una serie de actos, como la inauguración de una escultura que recordará al viejo pueblo el próximo día 28 y, para más adelante, habrá un concierto de la banda de música que emulará el pasacalles que tuvo lugar el día del traslado al nuevo pueblo.
