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El municipio que dividió la pantanada cumple treinta años

Gavarda supera tres décadas después la enorme fisura que se abrió entre quienes querían mudarse al nuevo pueblo y aquellos que no deseaban abandonar su casa de toda la vida

El nuevo emplazamiento de Gavarda está alto y algunas de sus calles son empinadas. | PERALES IBORRA

El 20 de octubre de 1982 es una fecha imposible de olvidar. La pantanada de Tous está a poco más de medio año de cumplir sus cuatro décadas. Cuarenta años que lo cambiaron prácticamente todo. En el caso de Gavarda y Beneixida, sin el «casi». Ambas poblaciones sufrieron daños y desperfectos muy graves, muchas de sus viviendas quedaron inhabitables. Por ese motivo, el por aquel entonces presidente del gobierno, Felipe González, aprobó en 1984 las inversiones necesarias para la construcción de dos nuevos núcleos poblacionales. El de Gavarda se inauguró un 8 de noviembre de 1991, fecha que tampoco olvidará el vecindario. Poco más de 30 años han pasado desde aquel día en que, tras tres años de obras y 25 millones de euros invertidos, el nuevo Gavarda estaba listo para la mudanza de los vecinos. Pero no todos. Hubo quienes no quisieron marcharse del núcleo antiguo, que hoy aún permanece vivo pese a que en 1992 se derribaron las viviendas abandonadas. En aquellos días surgieron disputas entre los vecinos que se querían marchar y los que se negaban a organizar la mudanza.

A cada habitante empadronado en la Gavarda hanegada por las aguas en 1982 le correspondía el derecho de elegir, si así lo deseaba, una vivienda en el nuevo y moderno emplazamiento, facilitándole un crédito a bajo interés por la diferencia entre el ventajoso precio de la nueva construcción y el valor de tasación del inmueble antiguo. Diecinueve familias se resistieron a abandonar su casa «de toda la vida». El pueblo se dividió y tuvieron riñas. Hoy, aquellos rifirrafes han pasado a un segundo plano hasta difuminarse, manteniéndose en la actualidad entre los vecinos del viejo y el nuevo Gavarda, una relación cordial.

Muchos están felices de la decisión que tomaron. Otros, la lamentan. Y hay quien incluso eligió la antigua urbe no hace mucho para establecer su primera vivienda. Opiniones las hay para todos los gustos. Cada uno carga con su propia historia personal, que refleja un pasado en el que mucha gente aprovechó la ocasión de tener una nueva vida, e incluso para ayudar a que sus hijos pudieran tener una casa y no abandonasen el pueblo.

Del nuevo núcleo de Gavarda, muchos son los vecinos que admiten contar su experiencia, aunque su timidez evita que podamos mostrar su rostro en este periódico. Una residente que optó por el nuevo pueblo, hoy echa de menos la disposición del casco antiguo: «Ahora que soy mayor es cuando me doy cuenta de las diferencias, pues el antiguo pueblo es plano y aquí son todo cuestas que más de un susto me han dado», comenta. Otra vecina que la acompaña comenta que gracias al nuevo emplazamiento la juventud «no ha abandonado el pueblo como sí estoy segura que hubiera ocurrido si hubiéramos estado aún en el viejo, como ha pasado toda la vida en pueblos agrícolas pequeños. Mucha juventud se vio atraída por la modernidad y las casas nuevas y se quedaron aquí, aprovecharon para casarse y permanecer en su pueblo natal», explica.

El dueño de un bar, que se hallaba barriendo su terraza, añadió refugiándose también desde el anonimato: «Esto no se hizo bien desde un principio. Se planteó como municipio cuando en realidad es una urbanización con servicios y, como curiosidad, las casas no tienen la puerta directamente en la calle, lo que ha hecho mella en la familiaridad que existía entre los vecinos del pueblo viejo», destacó.

Coincide con esta opinión Pepe Vañó quien, a sus 70 años, vive tranquilamente su jubilación en su casa de la nueva Gavarda: «Mis hermanos y yo tenemos una casa cada uno en el núcleo nuevo, y en cuanto a calidad de vida, es mejor. El casco antiguo tuvo humedades provocadas por la pantanada que persistieron en las viviendas durante más de 15 años. Aquí respiras aire puro de la montaña pese a que la calidad de construcción de las viviendas no es la más idónea, pues en invierno estas casas son ‘neveras’ y no todos podemos permitirnos una calefacción adecuada. Además, se han perdido aquellas noches en que la gente del casco antiguo salía a cenar a la puerta de casa. Por lo demás, yo no cambiaría esto por el núcleo viejo», cuenta.

Tere es otra vecina que también quiere contar su historia sin que su rostro aparezca en el periódico. Ella lleva viviendo dos décadas en la nueva Gavarda, aunque es natural de la localidad. Recuerda especialmente a su madre: «Nos costó muchísimo a mis hermanos y a mí traerla a la población nueva. Se negaba en redondo a salir de su casa, en el antiguo pueblo. Al final conseguimos convencerla, pero ella nunca vivió a gusto aquí», rememora.

«No lo cambio»

Rafaela y Francisco, matrimonio de 70 años, tampoco cambiarían su vida por volver al poblado primitivo. Accedieron a contar su experiencia mientras, sentados en la terraza de uno de los bares del pueblo, tomaban un café. Y, encantados, posaron para la foto, no sin que antes Rafaela se retocase un poco el maquillaje para «salir guapa». Indican que, efectivamente, hubo diferencias entre los vecinos que se mudaron y los que no, pero se disiparon con el tiempo hasta desaparecer. Respecto de la mudanza al nuevo Gavarda, apuntan: «Vivimos el cambio y esto ha sido una mejora del 100%. No volveríamos al pueblo viejo», asienten ambos. Rafaela quiere matizar: «Aquí tengo mi casa con dos buenas terrazas y un buen corral que en la casa antigua no teníamos. Sí que es cierto que a mí, que me gusta guisar, la cocina de estas casas es muy pequeña, en la otra vivienda tenía una enorme y preciosa que apenas llevaba un año reformada cuando llegó la pantanada. Pero por lo demás esto es una maravilla, yo no lo cambio», asiente convencida.

Sea «arriba» o «abajo», como muchos nombran al referirse al núcleo nuevo o al viejo, el tiempo ha conseguido que las viejas rencillas de las gentes de Gavarda hayan dejado de existir. Desde aquel horrible día de 1982, la antigua población no ha vuelto a sufrir catástrofe similar, ni se le espera. Hoy todos los habitantes están contentos con la elección tomada en aquellos días hace poco más de tres décadas. Afortunadamente, el viejo Gavarda sigue vivo, otorgando la elección de quienes deseen optar por vivir allí… o quienes elijan el aire de la montaña en el enclave alto. Un mismo pueblo en dos cascos urbanos diferentes, que recuerdan a la serie de televisión de Luís García Berlanga ‘Villarriba y Villabajo’.

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