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Algo más que barracas entre acequias y arrozales

José Ramón Ibor recopila los diferentes tipos de construcciones rurales de Sollana

Algo más que barracas entre acequias y arrozales | RAMÓN IBOR

Los cultivos no son los únicos elementos que conforman la huerta de la Ribera. En ellos tienen cabida las construcciones. Y las hay de lo más variadas. La arquitectura rural de la comarca forma parte de la cultura y el patrimonio de un territorio que, a orillas del Xúquer y junto a l’Albufera y el mar, no sería el mismo de no haber contado con dichos recursos naturales. El paso de los años y los cambios sociales han provocado la desaparición o degradación de algunos de los edificios vinculados a la agricultura, lo que añade valor a los que todavía se conservan. Sollana, por ejemplo, puede presumir de algunos de ellos.

Algo más que barracas entre acequias y arrozales | RAMÓN IBOR

Estos se encuentran recopilados en el trabajo «Arquitectura rural a Sollana», de José Ramón Ibor i Oroval, que a su vez forma parte de la publicación «Vil·les, alqueries i cases de camp. Poblaments dispers, noves poblacions i urbanitzacions a la Ribera del Xúquer», editado por Joan Català y Antoni Furió con motivo de la asamblea de historia comarcal. En él, Ibor analiza todas aquellas estructuras que agricultores, cazadores y pescadores construyeron en el término rural de Sollana.

Algo más que barracas entre acequias y arrozales | RAMÓN IBOR

Aunque la tipología es variada, la mayoría de las edificaciones tiene puntos en común. Muchas se alzaron con «los materíales que tenían al alcance» para que se encontrasen cerca del lago o de las tierras a labrar. Es decir, cañas, paja, barro o piedras calcáreas. De hecho, «las casas y casetas de la marjal siemrpe se construían junto a las acequias o los caminos, si existían, para aprovechar los sistemas de transporte de la época, que mayoritariamente era por el agua, utilizando barcas, o en carro o bicicleta si lo hacían por tierra», expone el autor.

Algo más que barracas entre acequias y arrozales | XIMO COMPANY ALEJOS

De entre todas ellas, la más emblemática es la barraca. La construcción típica de la huerta valenciana, con su forma rectangular y tejado de carrizo triangular muy inclinado, tenía dos claros pobladores en la localidad. Por un lado, Ibor distingue las utilizadas por los pescadores, que se situaban junto al lago o las acequias para poder ejercer dicha actividad. También se encuentran las de los campesiones, que contaban con algunos servicios como una cocina con chimenea. Asimismo, destaca, entre las que más han perdurado, las del Tio Amate, la del tío Coxi o la de Sacarés de d’Alt (quemada en 1967). «En Sollana solo queda una construcción de este tipo, situada en el sequer de la Casa de l’Ale», detalla el autor.

Entre las estructuras y construcciones típicas de la huerta de Sollana, Ibor también destaca las casetas de cohetes o «coeteres». Habitáculos pequeños que almacenaban pirotecnia para uso agrícola, concretamente para lanzarse contra las nubes y evitar que las tormentas de granizo destrozasen las cosechas. Tan solo ha localizado tres en el término. La investigación también destaca las casetas del motor. Así como otras construcciones relacionadas con la vida rural, como las trilladoras, los almacenes de grano o las casetas de los acotados de caza.

El autor aborda asimismo un conjunto de edificiaciones muy similares entre ellas. En primer lugar, de la casa del campesino, una de las más pequeñas. Contaba con una habitación en la que el trabajador de las tierras podía dormir la siesta o pernoctar. También un segundo espacio para los animales. El grosor de sus muros hacía que fuera fresca en verano y templada en invierno, lo que hacía que fuera habitable durante todo el año. La Caseta de la Creu en el Borronar o la de la Pineda de la Partideta son ejemplos. La casa del labrador era similar, aunque más moderna. Pertenecía a aquellos que tenían tierras y debían trabajarlas durante días en medio del marjal. También contaban con espacio para animales. La caseta del Gat, en la Maquial, o de la Millonaria, enlas Sisentes, ejemplifican este tipo de construcción.

Mayor tamaño tenían las casas de los apoderados. O del «casolà». Contaban con dos o tres dormitorios, un comedor, un banco de cocina de mármol, entre otras utilidades, pero el mobiliario era bastante escaso.

«El casero solía cuidar de la casa de los señores y trabajar sus tierras, se encargaba del mantenimieno mientras su mujer lo hacía de la limpieza. Aunque no siempre era el procurador de las tierras o la finca que estaba a su cuidado», detalla. La casa de Milà o la de Simeón son ejemplos de estas construcciones. Por último, el autor apunta «la casa ‘dels senyorets’, que era bastante grande y en ocasiones estaba dotada de una torre a través de la que se podían divisar sus propiedades y a los trabajadores». Este tipo de construcción solía contar con más de una planta y muebles de mayor calidad. «Las habitaciones estaban en el primer piso, según decían, para evitar las humedades», apostilla. La Casa del Senyoret en el Campot o la de Barrinyo en el Romaní son de este tipo.

Gran Variedad. Las construcciones rurales de Sollana varían según su uso y quienes eran propietarios. 1 Casa de Simeón, en la fincha de Benlloch. F

2 Casa del Senyoret, en el Campot. F

3 Barraca actual a la Finca del Ale. F

4 Grupo de barracas situadas junto al puente de hierro de la vía. F

Casas campesinas frescas y con escaso mobiliario

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