Alzira encara la próxima semana las fiestas patronales de San Bernat. Hoy son muy distintas a las que se programaron durante los años ochenta y noventa. En aquel momento, la capital de la Ribera era un puro espectáculo. Cada vez que se acercaba el mes de julio estaba en boca de todos. El ayuntamiento asumió el rol de gran programador musical y ofrecía los mejores y más grandes conciertos en el Camp Municipal d’Esports, un recinto que recibía cada noche a miles y más miles de personas atraídas por la calidad y abundancia de una oferta que llegaba con precios muy ajustados.

Una Alzira bajo los focos

Aquellas fiestas marcaron tendencia hasta convertirse en precursoras de los macrofestivales que se desarrollan hoy en todo el mundo. Pero la polémica política sobre el elevado coste que representaban para las arcas públicas y las familias más modestas, el descontrol de los ingresos, la escasa idoneidad del recinto y el propio modelo, que para muchos desnaturalizaba el concepto de fiestas tradicionales, acentuaron los síntomas de agotamiento hasta que la pérdida progresiva de espectadores terminó por resquebrajar el molde y los recitales sucumbieron.

Una Alzira bajo los focos

La nónima de grandes artistas que pasaron por Alzira es abrumadora: Ricky Martin, Alejandro Sanz, Mecano, Juan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel, Miguel Bosé, Massiel, Raphael, Miguel Ríos, Presuntos Implicados, el Dúo Dinámico, La Unión, la Orquesta Mondragón, Héroes del Silencio, Norma Duval, Luz Casal, Chimo Bayo, Miquel Erentxun, Seguridad Social, Toreros Muertos, Comité Cisne, Martes y Trece, La Trinca, Rebeldes, Nacho Cano, Rosario, Ketama, Sergio Dalma, Radio Futura, El Último de la Fila, El Canto del Loco, Inmaculate Fools, Barón Rojo, Mojinos Escozios, Toreros Muertos, Rosa, David Bisbal, Estopa,La oreja de Van Gogh, Jarabe de Palo, Ella Baila Sola,Niña Pastori, Bustamante, Carlos Baute y otros muchos subieron al escenario del campo de deportes Venecia.

Una Alzira bajo los focos

Se instalaban dos escenarios en los que, en una misma noche, se alternaban grupos de primera fila y el concierto se prolongaba hasta bien entrada la madrugada. Para calibrar bien las dimensiones de aquellas raciones diarias de música, que se prolongaban más de una semana, basta recordar que, durante una Nit del Rock, actuaron, uno detrás del otro, grupos como Obús, Leño, Tequila y Miguel Ríos, con una masiva afluencia de público.

El primer gobierno democrático, comandado por Francisco Blasco, fue el artífice de aquel modelo. Apostó por ofrecer un gran número de actuaciones de los mejores intérpretes nacionales. En 1983, un año después de la igualmente inolvidable pantanada, el ayuntamiento trajo a Mecano, cuya aportación al pop español todavía se recuerda hoy con grandes musicales. Uno de ellos se ha incluido este año en el programa de Sant Bernat. El 27 de julio de 1985 acudieron al campo de fútbol más de veinte mil personas para escuchar a Loquillo y los Trogloditas, Glutamato Ye-Yé, Gabinete Caligari y la Mondragón de Javier Gurruchaga. No en vano se denominaba Nit Boja de Sant Bernat.

La música en valenciano también tenía reservada una jornada festiva. Pavesos, Lluís el Sifoner, Paco Muñoz, Lluís Miquel y otros referentes de la ‘cançò’ pasaron por Alzira. Las noches eran locas. Y la fiesta acabó sumando ingredientes. Se ofrecía cine en un lateral del campo de deportes y se añadió en plena madrugada un festival de fuegos artificiales que podía contemplarse desde el propio recinto. Era un no parar.

El recetario folklórico español también se servía. Manolo Escobar, y Cantores de Hispalis actuaron en 1993 y Niña Pastori en 1997. Otro año vino el Fary y era habitual contratar a alguna afamada tonadillera. Pero las largas noches nunca acababan con los conciertos. Una vez apagadas las luces del escenario principal, el jolgorio se trasladaba a la zona habilitada para la verbena. Una orquesta convertía aquellas jornadas en eternas.

Y quienes no se sentían motivados por el baile o preferían conversar, ligar o intimar con un vaso de bebida en la mano se acercaban a los chiringuitos, en su mayor parte gestionados por comisiones falleras, o a las terrazas habilitadas con fines comerciales para exhibir sus habilidades sociales.

La política de precios económicos alentó mucho el festín. La entrada valía inicialmente 300 pesetas y finalmente rondaba las mil, salvo en el segundo concierto ofrecido por Alejandro Sanz, cuyos representantes exigieron no bajarlas de 1.800 pesetas. Resulta difícil olvidar todo aquello.