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La familia que renunció a ser evacuada para velar al padre

El cadáver fue trasladado el día 21 primero en barca y después en helicóptero hasta Massalavés

Marina y Josefa Sifre muestran uno de los pocos recuerdos que conservan de su padre, fallecido aquel fatídico 20 de octubre. | PERALES IBORRA

Cada habitante de cada uno de los pueblos de la Ribera que el 20 de octubre de 1982 quedaron sumergidos bajo las aguas vivió su drama particular. Situaciones de angustia al ver como las calles se convertían en ríos que arrastraban todo lo que encontraban a su paso; de desesperación al desconocer el paradero de algún familiar o de auténtico apuro para aquellos que veían subir el nivel del agua y ya no tenían dónde ponerse a salvo. Una familia de Benimuslem vivió una jornada si cabe más aciaga ya que, además de todas las preocupaciones derivadas de una inundación sin precedentes, ese día fallecía el progenitor, lo que supuso una odisea incluso mayor. La familia se negó a abandonar el cuerpo la tarde-noche de la rotura de la presa de Tous. El cadáver pudo ser trasladado el día siguiente primero en barca y después en helicóptero a Massalavés. Este mes se cumplen 40 años, pero hay vivencias que no se olvidan.

Josefa Sifre Fayos todavía se emociona al recordar lo sucedido ese día. «Aquí sufrimos mucho», relata, y asegura que no puede olvidar «los ojos abiertos como platos» de su padre cuando, ya agonizando, era evacuado de su casa, un inmueble de una única planta en lo que hoy es la calle Maestro Serrano, por donde se preveía que entrara en el casco urbano el agua de los ríos desbordados. «Por la mañana la Guardia Civil nos dijo que teníamos que evacuar la casa», recuerdan Josefa y su hermana Marina, mientras señalan que al explicar a los agentes que su padre se estaba muriendo consiguieron queuna ambulancia se desplazara desde Carcaixent para trasladarlo a la vivienda de Marina, un primer piso en la calle Juan de Juanes.

Calles inundadas

Allí falleció José Ramón Sifre en torno a las 14,30 horas. Poco después empezaban a inundarse las calles. La funeraria que portaba un féretro ya no pudo llegar a Benimuslem y la familia decidió quedarse con él cuando las autoridades instaban a los vecinos a coger los autobuses fletados para trasladarlos a Alzira en busca de zonas seguras. «Nos negamos a dejar solo a mi padre», relatan las dos hermanas.

Marina Sifre recuerda que el agua estuvo cerca de alcanzar la vivienda en la que toda la familia se había reunido para velar el cadáver, aunque tenían la relativa tranquilidad de que quedaba una altura más para subir. Josefa regresó a su casa con el agua a la altura de la cintura, y agarrándose a las rejas de las viviendas, para encontrarse con su hija de 6 -la otra de 13 se había quedado en Alberic con la familia de una compañera del colegio – y su suegra y poco después su marido ya se descolgó por el balcón con una cuerda al no poder abrir la puerta por la presión del agua.

«Fue horrible, la corriente que llevaba el agua por la carretera era como un río bravo y hacía un ruído enorme», relata Josefa, mientras recuerda que «el día siguiente empezaron a llegar los helicópteros». Detalla que rescataron de la azotea ayuntamiento a cinco personas. En el caso de la familia Sifre Fayos, mantuvo la negativa a abandonar el cuerpo pese a que los servicios de emergencia acudieron también en barca a evacuar el pueblo. «No nos movimos hasta que tuvimos la garantía de que también lo sacaban», explican Marina y Josefa, mientras señalan que salieron en barca primero los niños, después las mujeres y se quedaron hasta el último momento sus dos hermanos y el marido de Marina. Una barca lo acabó trasladando hasta el camino en la que aterrizaba el helicóptero que lo llevó a Massalavés.

Allí se ofició el sepelio. La funeraria de Alberic llevó uno de los pocos ataudes que se habían salvado y después fue enterrado. Justo al cumplir el plazo legal de cinco años para realizar la exhumación, la familia lo trasladó al cementerio de Massalavés al de Benimuslem. Poco después se producía la inundación de 1987.

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