La presa de Tous desempeñó un papel determinante en el cúmulo de excentricidades políticas y negligencias técnicas que agravaron las fatídicas consecuencias de la primera gota fría de la democracia. Ni el diseño de aquel embalse estaba a la altura de las necesidades de una comarca sometida históricamente a los desbordamientos del «devastador», traducción árabe del nombre que adoptó el río Júcar, ni las labores de vigilancia y mantenimiento resistían el análisis más condescendiente para garantizar la seguridad de una infraestructura hidráulica en ese enclave. Los tribunales que juzgaron la pantanada dejaron por sentado que buena parte de la responsabilidad de aquella tragedia se debió a esas carencias, que obligaron a cambiar el protocolo de las grandes presas.
