«En esta villa tiene el duque su casa principal que es muy grande y con muchos aposentos y con un mirador gracioso sobre las huertas y la mar. Aquí tiene el duque una sala de armas para que, de presto, se puedan armar cincuenta hombres de armas y seyscientos arcabuzeros. Mas tiene sesenta piezas de artillería, las treynta de bronze que son dos medias colebrinas, diez y ocho facres, y otras algo menores puestas y repartidas por la casa del duque y baluartes del muro, y para la artillería tiene más de cincuenta quintales de pólvora, mucha mecha y pelotas: también tiene ruedas de carretas y cajas forradas para la artillería. Tiene cuarenta caballos en su caballeriza con tanta orden en ella y en el curar de los caballos, que no será mejor en casa de otro grande de España».

Así presentaba las defensas de la Villa de Gandia el cronista del Reino de Valencia Martín de Viciana en tiempos del quinto duque, Carlos de Borja. En 1753 el doctor Abargues, procurador del X duque don Pascual de Borja, solicitó al alcalde de Gandia recibiese a una serie de testigos, con el fin de justificar una serie de hechos.

Desde el tiempo de San Francisco de Borja había en el baluarte y muros de Gandia seis cañones de artillería de bronce, dos de diez libras de calibre, denominados comúnmente el «Bonet» y la «Cascabellera», otros dos de seis libras de bala y otros dos de cuatro. Tras declarar los testigos José Pallarés, Bartolomé Ramón, José Puig, Jaime Salelles y Francisco Redean se llegó a la conclusión de que los cañones habían sido vistos hasta el año 1706 y fueron mandados hacer por el IV duque. Uno de los cañones de 10 libras tenía el toro esculpido con las armas de Gandia y por ello le llamaban «El Torico» y que otro cañón, por tener un ruedo de cascabeles, se le denominaba «La Cascabellera».

Dichos testigos llegaron a conocer a Vicente Framis y Vicente Gregori, artilleros nombrados por el X duque Pascual de Borja.

A consecuencia de la guerra de sucesión, por orden del general Juan Bautista Basset, virrey y gobernador de armas de Cataluña, en 1705 mandó que fueran enviados los citados cañones a la villa de Alzira. El Concejo General, en 1706, cumplió la orden contra la voluntad de la ciudad. Posteriormente pasaron los cañones a las defensas del castillo de San Felipe, de Xàtiva a instancias de don Guillermo de Aumara, nombrado por el tey, comandante del castillo de Xàtiva. El procurador del duque solicitó le fueran entregados originales de los autos aprobados por el alcalde, concluyéndose así las diligencias con esta entrega. De los seis cañones quedaron tres que estuvieron presidiendo las defensas del castillo Xàtiva hasta el 23 de noviembre de 1923.

Según reseña Rafael Arias en una crónica de Revista de Gandía de 6 de junio de 1925: «Afortunadamente aún hoy existe una pesada culebrina de cañón en el torreón del huerto de los PP Escolapios, que está situado en el ángulo de la muralla frente al camino de Beniopa; único ejemplar que contamos de la artillería del duque. Sería de desear que figurara en el Museo Arqueológico que en la sala de los Carroces y Centelles tienen instalado los PP Jesuitas en el Palacio Ducal». En la imagen, una recreación de un cañón en el torreón del Pino con Beniopa y el Molló de la Creu al fondo.