Hoy, cuando toda España anda revuelta por el abracadabrante golpe de estado en Cataluña, es bueno refrescarnos la memoria recordando el 23F de 1981.

La tarde en España transcurría soleada y tranquila cuando a las 18.30 horas el Teniente Coronel Tejero, pistola en mano, irrumpió en el hemiciclo. Todas las emisoras de radio comenzaron a informar y una ola de sorpresa y miedo se apoderó del país. Todavía hoy muchos recuerdan lo que les sucedió aquella memorable tarde.

A las 19 horas, en Valencia, el Capitán General Milans del Bosch proclamó el estado de excepción, sacando los tanques de la División de Infantería Motorizada Maestrazgo para ocupar militarmente la ciudad. Alberto Peñín los vio desde su piso de Valencia y recuerda el impresionante ruido de aquellas máquinas de guerra y la llegada de unos amigos de Gandía intentando buscar refugio para liberarse de lo que creían que se les venía encima.

En el Grao, Ricardo Martínez estaba cuidando a su padre enfermo y, cuando escucharon la noticia, éste le miró fijamente a los ojos y le dijo con un hilo de voz: Vete a casa. Esto es muy grave. Me recuerda lo de Franco. Y te aseguro que nos hizo pasar mucha hambre.

Suso Monrabal y Lluís Romero se encontraban destinados en las oficinas del Centro de Instrucción de Infantería de Marina y de Marinería de Cartagena y no vivieron precisamente Un día en Nueva York. Fue un día de nervios y emociones el que se apoderó de los reclutas hasta el punto que se acabaron todas las reservas de pilas y transistores. Sonaron las alarmas y todas las fuerzas navales se movilizaron como si fuera a comenzar la guerra de los cien años.

Los actores de Pluja Teatre viajaban tranquilamente en su furgoneta cuando, de repente, oyeron la noticia por la radio. ¡Frenaron en seco! Y preocupados por lo que pudiera ocurrirles decidieron esconder la furgoneta en una casa de Beniopa mientras discutían dos opciones, desaparecer hasta que se aclarara la situación o largarse al extranjero. Mientras tanto, un grupo de cazadores armados con sus escopetas se dirigieron al Ayuntamiento para ofrecerse a colaborar «en lo que hiciera falta», pero se lo encontraron cerrado a cal y canto.

Mi mujer estaba en una reunión de padres en el Instituto María Enríquez y, al abandonar precipitadamente la reunión, uno de los bedeles, muy relajado y sonriente, les dijo mostrándoles un pistolón que llevaba en el bolsillo: -Ahora veréis cómo va a cambiar todo esto.

Anochecía, las calles estaban prácticamente desiertas y la gente, con el miedo en el cuerpo, permanecía en sus casas atentas a las noticias que transmitía la radio. A las 21 horas se anunció la formación de un gobierno provisional, pero la gente seguía atemorizada. Una hora antes, dos barcas de pesca salieron del puerto llevando a bordo un nutrido grupo de sindicalistas rumbo a Marsella.

Damián Catalá subió a la terraza de su casa para quemar algunos papeles comprometedores y pudo ver más de una docena de hogueras iluminando la noche más oscura llena de incertidumbres.

Por fin, a la 1.14 de la madrugada del día 24, el Rey apareció en televisión anunciando el final del golpe. La gente respiró aliviada, pero en Valencia siguió el estado de excepción y los tanques continuaron patrullando por las calles, hasta que, a las 5.40, Milans del Bosch ordenó la retirada de los acojonantes y ruidosos blindados.

Pocos meses antes se había inaugurado a la salida de Valencia uno de los más grandes y lujosos puticlubs llamado «El descanso del guerrero». Desde el toque de queda del día anterior, los clientes, las señoritas y los empleados permanecían encerrados, sin atreverse a salir. Al oír la noticia de que los tanques se retiraban, respiraron aliviados. Encendieron las luces multicolores de la fachada, abrieron las puertas del local y todos salieron a la calle para respirar la libertad. El conductor del tanque que en aquel momento pasaba por delante del iluminado edificio, al ver a la gente saludándolos, se quedó pasmado. Paró el motor y, al grito de ¡esto hay que celebrarlo!, saltó a tierra seguido por el comandante, el artillero y el cargador. Se fundieron en un abrazo con los del puticlub y hubo brindis y mucho champán en un clima de cordial camaradería. Media hora más tarde algunos clientes y varias chicas se subieron al tanque con los militares. El comandante ordenó poner el cañón del tanque en posición horizontal y se subió en él a horcajadas gritando: -¡Nadie la tiene tan larga como yo! A su grupa se sentó una rubia impresionante. Detrás del tanque se situó el Alfa Romeo rojo de un alcalde del PP acompañado por una chinita y dos negras despampanantes.

El marqués de Lo Rat Penat, que por prescripción facultativa visitaba el prostíbulo todas las semanas en su silla de ruedas llevada por el mayordomo, pidió permiso al comandante para abrir la marcha. El comandante accedió y ordenó al artillero que conectara los altavoces del tanque. Comenzó a oírse el himno regional del maestro Serrano: «Para ofrendar nuevas glorias a España, nuestra región supo luchar...». El mayordomo empujó la silla del marqués y la comitiva se puso en marcha. A medida que pasaban por las calles de Valencia, la gente les aplaudía y vitoreaba mientras del tanque salía a toda voz: -«En el jardín y el campo resuenan cantos de amor, himnos de paz...».