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El Serpis cierra su "era industrial" al caducar la última concesión para mover fábricas

La primitiva concesión se otorgó favor de Moltó Santonja y Compañía en mayo de 1905

La antigua y centenaria papelera de Villalonga, con el Serpis discurriendo a sus pies, en una imagen del mediodía de ayer. | LEVANTE-EMV

La extinción de los derechos para el aprovechamiento del agua del Serpis lleva implícito la obligación de que el beneficiario «retire» toda la infraestructura construida. De manera que ahora las empresas titulares de la papelera y de las minicentrales eléctricas, todas en estado de ruina, deberían desmontar los azudes y parte de las canalizaciones que han cumplido su función durante décadas, a veces más de un siglo.

Dice la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) que esas eran las condiciones que se fijaron en su día para otorgar cada una de las autorizaciones para el aprovechamiento del agua del Serpis y que, con la extinción absoluta, resulta necesario «renaturalizar» el cauce.

Eso obliga ahora a una cuantiosa inversión, especialmente para llevar a cabo la demolición y retirada de los azudes que frenan el caudal para derivarlo a las acequias, y las empresas titulares consideran que se trata de una carga económica que difícilmente pueden asumir.

En ese contexto han intervenido los dos ayuntamientos implicados, Villalonga y l’Orxa, que han trasladado a la CHJ su petición para mantener los azudes, incluso asumiendo la titularidad, a cambio del compromiso para mantenerlos en su lugar y construir, donde sea necesario, pasos para la fauna fluvial.

Los alcaldes de ambas localidades asumen el criterio de algunos colectivos, incluyendo los ecologistas, que no consideran apropiado devolver al Serpis el aspecto que tenía hace un siglo porque, entre otros aspectos, los azudes generan remansos donde surge una gran biodiversidad y son elementos del patrimonio histórico. La CHJ estudia ahora esa propuesta y se confía que responda después de las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Durante 115 años los distintos propietarios de la papelera situada en el margen derecho del río Serpis a su paso por el término de Villalonga han disfrutado del derecho para captar hasta 7.000 litros de agua por segundo y derivarlos, a través de un canal expresamente construido para ello, con el fin de que el líquido se utilizara como fuerza motriz de la maquinaria.

Esa concesión, que es un capítulo más de la historia de la industrialización y del aprovechamiento económico de los ríos, caduca ahora, cuando hace mucho que la fábrica de papel de Villalonga echó el cierre, de que un incendio la destruyera parcialmente y de que hoy presente un estado de abandono.

La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) ha anunciado la extinción del derecho para captar el agua hacia la papelera. El argumento esgrimido es «la falta de explotación del aprovechamiento imputable al titular de la empresa». Es decir, que ya nadie capta el agua para el destino que fue autorizado en su día. En concreto, se trata de un permiso otorgado por resolución del Gobierno español el 21 de mayo de 1905 a favor de Moltó Santonja y Compañía, que puso en marcha una papelera que, con el tiempo, llegó a emplear a cientos de trabajadores. El derecho al uso del agua del Serpis pasó sucesivamente a los herederos de esa firma, que fue una Sociedad Anónima en 1926, absorbida por Papeleras Reunidas SA en 1935, adquirida por Tissunion Europ en 1999 y, finalmente, por la empresa local Villalonga Inversiones SL, que nunca desarrolló la actividad de papel, sino que usó las instalaciones como almacén y que sufrió un pavoroso incendio en agosto de 2013.

Lo singular de esta caducidad es que es la última que quedaba en la Safor para el aprovechamiento del agua como fuerza motriz de industrias. Hace casi tres años la CHJ también fue extinguiendo las concesiones a las empresas que sucesivamente fueron adquiriendo los derechos de las antiguas hidroeléctricas que construyeron y explotaron durante décadas esas «fàbriques de la llum» surgidas entre Villalonga y l’Orxa.

Entre finales del siglo XIX y principios del XX las empresas generadoras de electricidad y los fabricantes de papel no solo se encargaron de levantar sus instalaciones en difíciles condiciones de accesibilidad, sino que también tuvieron que sufragar y ejecutar las infraestructuras necesarias para captar y conducir el agua del Serpis, como son los azudes y las grandes acequias que discurrían hasta el centro de producción.

Todos esos elementos que han resistido el paso del tiempo engrosan ahora el patrimonio cultural bajo ese concepto de «arqueología industrial» a lo largo de un río que fue vida y ecosistema pero también alimentador de actividades y generador de economía.

A partir de ahora, en la Safor el Serpis entierra su «era industrial» y deja el aprovechamiento del caudal exclusivamente a los regantes. En esta comarca dos sociedades son las grandes concesionarias de agua, la que agrupa a los propietarios de los Canales Altos, con toma de caudal aguas arriba de la zona de l’Esclapissada, y la de los Canales Bajos, que se alimenta del azud d’en Carròs, situado entre Villalonga y Potries.

El fin de las concesiones obliga a «naturalizar» el río

s.s. gandia

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