I. García Campos, Valencia

Se presentó un chaval de Moncada, José Arévalo, un vendaval que ve novillo en todos los terrenos, al que sólo el infortunio de la cornada pudo parar. Mediaba el primer tramo de la faena al quinto de la tarde cuando el novillo de Montes de Oca lo suspendió en el aire por el pitón derecho provocándole una herida en el muslo derecho con dos trayectorias. Arévalo fue intervenido y trasladado al Hospital General de Valencia.

Previamente demostró a sus paisanos que llega con la hierba en la boca. Variado con la capa, lo recibió a porta gayola, instrumentó lopecinas, lo llevó al caballo galleando por chicuelinas y protagonizó un vibrante tercio de banderillas. Inició la faena de muleta con dos pases cambiados por la espalda, aprovechando las tres virtudes del utrero: el tranco, la movilidad y la repetición. Destacó en una serie de naturales, de mano baja y sacándole la franela por debajo de la pala del pitón. Mató de un soberbio volapié y paseó un merecidísimo trofeo.

El otro novillero valenciano, Vicente Marrero, pasó un auténtico quinario ante el segundo de la tarde, el mejor del encierro, que fue bravo como un tejón. Sufrió dos aparatosas volteretas. Escuchó los tres avisos y pasó a la enfermería, donde fue atendido de una contusión torácica con distensión de la musculatura de la pierna izquierda y una herida en el labio inferior de pronóstico reservado y que le impidió continuar la lidia.

Tampoco fue la tarde de Miguel Ángel Delgado, novillero a las puertas de su doctorado como matador de toros. Una voltereta en el que abrió plaza debió cambiarle el paso, porque el sevillano no se acopló con los tres novillos que hubo de matar.