A lo largo de un siglo de existencia, el cine ha marcado nuestras vidas. Personajes, escenas, vestidos, bebidas, comidas y también palabras. La gran pantalla está repleta de títulos, de términos, de frases míticas que se han "colado" en nuestro vocabulario casi sin darnos cuenta. Palabra de académico. José Luis Borau (Zaragoza, 1929), director de cine, guionista, productor y miembro de la Real Academia Española recopila en Palabra de cine (editorial Península) la influencia del séptimo arte en el lenguaje. El de la calle, el del propio cine, el de la narrativa, la poesía y el del periodismo.

Hay sentencias que, como en La Rosa Púrpura de El Cairo traspasan la pantalla. Frases eternas -a menudo las que cierran la película, a veces transformándola- como "Siempre nos quedará París", "Tócala, Sam" (en ningún momento del film se añade el "otra vez" que ha pasado a la historia) y "Este puede ser el comienzo de una gran amistad" de Casablanca. O el final de Con faldas y a lo loco: "Nadie es perfecto". O el de Mi querida señorita, película del propio Borau, cuando José Luis López Vázquez, travestido en mujer como Jack Lemon y Tony Curtis, pronuncia aquel "¡Qué me va usted a contar, señorita!".

Borau, cuyo discurso de entrada en la RAE ya versaba sobre esta cuestión, destaca que no hay día en que la prensa no convierta en titular el título de una película o bautice a un deportista o un político con el nombre de un personaje (él las ha ido recopilando poco a poco y guardando los recortes en una caja de cartón). El caso de los hermanos Marx es de los más prolíficos. Por sus brillantes guiones y sus no menos brillantes traducciones. Cuenta el veterano cineasta que el encargado de traducir al castellano los diálogos era nada más y nada menos que Miguel Mihura. Desde entonces se utilizan mucho sus expresiones: "¡Más madera, es la guerra!", "La parte contratante de la primera parte...", etc.

Un fenómeno curioso es que el se derivaba, décadas atrás, de la falta de conocimientos de la pronunciación del inglés. Así nacieron dichos populares como "No te enrolles, Charles Boyer" o "La cagaste Burt Lancaster" con los nombres de los actores leídos tal como se escriben. La última dio título en los años 80 a un disco de los Hombres G.

Rebeca

También se han creado conceptos. Las chaquetas de punto son rebecas desde que Joan Fontaine se la puso en la cinta de Hitchcock. A Arnold Schwarzenegger siempre le acompañará Terminator. La prensa se refiere a él a menudo como Gobernator. Otras veces son expresiones: "morir con las botas puestas" (como Errol Flynn), hacer "luz de gas" (de la película Luz que agoniza, cuyo título original era Gas light) o esas almodovarianas "mujeres al borde de un ataque de nervios".