Todo el dolor imaginable se concentró ayer en Soto del Barco, donde instituciones y vecinos rindieron homenaje a las pequeñas Amets y Sara, asesinadas el jueves por su padre, José Ignacio Bilbao, que luego se suicidó. Primero se celebró un acto de repulsa a la puerta del Ayuntamiento, donde el alcalde, Jaime Menéndez Corrales, leyó un comunicado, seguido de unos minutos de silencio durante los que pudo escucharse el emotivo Adagio para cuerdas de Aaron Copland.

Luego se celebraría un funeral en la cercana iglesia parroquial, completamente abarrotada, con presencia de los tíos maternos de las niñas, entre ellos Luis Antonio García Martínez, segundo jefe de la Comandancia de Marina de Cantabria. Los familiares de las niñas, quisieron agradecer el apoyo recibido por parte de los vecinos del concejo de Soto del Barco y Cudillero, de donde es originaria la familia, y fundirse en un cálido abrazo con sus amigos y allegados. "¿Cómo iba a imaginarlo?", dicen que lloraba la madre de las pequeñas, quien, hundida, no se encontraba en el funeral por los brutales asesinatos.

Al acto institucional, que tuvo lugar a mediodía, acudieron el consejero de Presidencia, Guillermo Martínez; el presidente del parlamento, Pedro Sanjurjo; la diputada nacional del PP Carmen R. Maniega; diputados regionales como Adriana Lastra (PSOE), Matías Rodríguez (PP) o Ignacio Prendes (UPyD); la directora del Instituto Asturiano de la Mujer, Carmen Sanjurjo; y miembros de las corporaciones de Soto del Barco y Cudillero. El alcalde Menéndez Corrales leyó un comunicado en nombre del Principado, el Ayuntamiento y la Delegación del Gobierno en el que se expresaba el rechazo más absoluto por el asesinato de las pequeñas, el primero de este tipo que se produce este año en Asturias, y segundo caso en España.

"Es un día de tristeza y de dolor", indicó Corrales, quien aseguró quedarse sin palabras para definir el estado de ánimo en el que ha dejado este crimen al municipio y a la región. También resaltó el estupor y la consternación de la comunidad escolar. Los menores recibirán asistencia psicológica el próximo lunes, cuando se reanuden las clases tras los tres días de luto decretados por el ayuntamiento. Corrales expresó el compromiso de las tres administraciones por aunar esfuerzos para acabar con la lacra de la violencia de género.

Las lágrimas ya brotaron durante esta concentración de repulsa, a la que acudieron unos tres centenares de personas. A partir de las doce y media del mediodía, se celebraría el funeral en la aledaña iglesia parroquial, en la que no cabía un alfiler. El párroco, José Luis López Suárez, recordó la comunión de Amets, el pasado mes de junio, "que para ella fue un día maravilloso". Fue entonces cuando se despertaron en el templo abundantes sollozos. El sacerdote también rescató de la memoria el momento en que dio las aguas bautismales a Sara, la pequeña. "En septiembre, le entregué los catecismos, me dio las gracias y me dio un beso. Eran dos hermanitas siempre alegres, muy cariñosas, muy sociables, que participaban en los juegos y las actividades de sus compañeros. Resulta difícil conciliar unas vidas que apenas habían comenzado con este final tan brusco. La muerte de los niños casi nos escandaliza", indicó el párroco en la homilía.

Luego se dirigió a los familiares. "Ante la muerte de estas dos niñas habréis quedado desconcertados y tentados de pensar que Dios os ha abandonado. Quiero hacer una llamada para que sigáis amándolas", añadió. Tras asegurar a los parientes de las niñas que contaban con el sentimiento, la comprensión y el cariño de todos, invocó al espíritu de las fallecidas: "Queridas niñas, inundadnos con Jesús en este gran dolor. Ahora estaréis en el cielo azul. Que la vida de estas niñas sea una eterna primavera".

Alguno de los familiares no pudo resistir al final de la ceremonia, ante la fuerte carga emotiva de las palabras del párroco. Al final del oficio, los familiares se reunieron con los vecinos y amigos que se habían acercado para consolarles en esta hora de dolor. Los asistentes no querían marcharse, como si necesitasen reconfortarse mutuamente, darse ánimos para poder superar lo ocurrido. Los grupos de madres, con los ojos enrojecidos por las lágrimas evocaban las duras condiciones en que se había desarrollado la vida de las niñas, que sólo recientemente habían dejado de pasar necesidad, y la maldad del asesino que les había quitado la vida.