Analizando la estadística de los últimos treinta años, se aprecia un aumento de inviernos secos desde 2000 a la actualidad. Es decir, inviernos más anticiclónicos en el litoral mediterráneo, con menos lluvias de lo normal. Los inviernos de 2002, 2005, 2011, 2014, 2015, 2016 y el actual de 2019. En todos ellos las lluvias de enero y febrero resultaron muy inferiores a la media. Si la primavera no remonta ese déficit acumulado, mal asunto para las necesidades del campo. Este año los modelos estacionales son dispares; el europeo señala lluvias normales en los próximos meses de marzo y abril; el americano, de la NOAA, indica sequía en la fachada mediterránea. Por tanto, habrá que esperar. Lo que parece cierto es que los patrones de circulación atmosférica en nuestras latitudes están cambiando. Se reducen los días de frío y nieve, por norma general, los días de "buen tiempo" invernal ganan protagonismo. Este es un campo de investigación necesario para los próximos años. Ya no importa tanto la evolución de los valores de los elementos climáticos (temperaturas y lluvias) sino los cambios en el comportamiento de los tipos de tiempo, de las situaciones atmosféricas diarias en las últimas décadas. Sólo así podremos saber si el proceso de calentamiento térmico planetario, innegable, está teniendo efectos en el movimiento de las masas de aire y de los campos de presión en altitud y superficie. En otras palabras, si ha cambiado el patrón de los movimientos atmosféricos de reajuste energético.