Durante los últimos siglos, especialmente el XX y el XXI, el conocimiento que el ser humano ha ampliado sobre el planeta que habitamos y sobre el universo del que formamos parte es demoledor. A día de hoy somos mucho más conscientes de las particularidades que nos rodean. Hemos ampliado los horizontes de la ciencia hasta límites impensables, pues hemos llegado a pisar el único satélite que convive con nosotros o a enviar sondas más allá de los límites del Sistema Solar. Pero existe un último rincón que aún permanece intacto al voraz instinto de exploración y descubrimiento del hombre: las profundidades oceánicas.

A partir de 4000 metros de profundidad, en las conocidas como aguas abisales, existe una ausencia total de luz que, sumada a la elevada presión hidrostática, hace extremadamente complejo averiguar las características que envuelven estas regiones oceánicas tan misteriosas como complejas. Algunos puntos del océano Pacífico como la fosa de las Marianas llegan hasta los 11000 metros de profundidad. ¿Qué habita estos lugares? ¿Qué secretos esconde el océano? Estas son dos de las principales cuestiones que rodean el misterio de las profundidades. Especies como el cachalote o los calamares gigante y colosal son algunos de los habitantes de las zonas abisales. Y, sin duda, debe haber mucho más por descubrir allí abajo.

Un nuevo estudio realizado por la científica Rachel Collins ha descubierto nuevas especies de larvas luminiscentes a más de 400 metros de profundidad en las cercanías de Panamá. Apenas se sabe algo sobre ellas, pero su hallazgo contribuirá a poner un nuevo peldaño en el conocimiento de uno de los hábitats más recónditos, misteriosos y bellos de la Tierra.