Acabamos de dejar atrás un episodio de tormentas intensas asociadas a una Depresión Aislada en Niveles Altos (más conocida como gota fría) que ha cruzado la Península Ibérica de oeste a este en los últimos días. A muchas personas les ha sorprendido que se hable de una gota fría en el mes de agosto, pero no hay que olvidar que estas bajas desprendidas en alturas dependen de las ondulaciones de la corriente en chorro. Su origen está en vaguadas (lenguas de aire frío en altura) que se desgajan y aíslan, presentado un desplazamiento muy errático, lo que nos supone múltiples quebraderos de cabeza a los que estamos metidos en el mundo de la meteorología y la climatología.

Es un error muy común asociar gota fría a lluvia torrencial de catastróficas consecuencias en el litoral mediterráneo en otoño. El potencial en otoño es mayor con el Mediterráneo cada vez más caliente, pero los episodios de lluvias intensas se están volviendo más frecuentes en otras estaciones del año. Por ejemplo, en la ciudad de Alicante los últimos eventos de precipitaciones más significativos se han dado en invierno y primavera (y ahora también en agosto).

Es una nueva realidad que muchos ignoran y a la que no estamos adaptados. Con una corriente en chorro más ondulada (más descuelgues de aire frío), y un Mediterráneo a mayor temperatura, las lluvias torrenciales se volverán (aunque ya lo estamos viendo) más frecuentes en la vertiente mediterránea. Y es que por aquí no llueve menos que antes, llueve lo mismo o más, pero en menos días y más concentrados.

Por ejemplo, en el entorno de la bahía de Alicante o en el sur de esta provincia ya han alcanzado la precipitación media anual simplemente con cinco o seis días de lluvias (Semana Santa y los últimos días). Nuestros extremos pluviométricos se están extremando cada vez más, y el Mediterráneo es una región especialmente vulnerable frente a esta realidad.