Este pasado domingo el volcán Popocatépetl entró en erupción. Horas antes, de la misma forma que el resto de volcanes, dormía en silencio. Hasta que despertó, arrojando cenizas al aire y ríos de lava por sus laderas. Por suerte no hay que lamentar ninguna víctima mortal, pero sí hay que extremar las precauciones de seguridad en sus inmediaciones. Con más de 5.000 metros de altitud el Popocatépetl forma parte del curioso y peligroso grupo de volcanes con mayor actividad de la Tierra. De forma imprevisible cualquiera de ellos puede comenzar a despertar, sobrecogiendo por su peligro pero dando paso a impresionantes estampas que nos demuestran una vez más el poderío que se esconde bajo la corteza terrestre. Hace unos años, en Islandia, el Eyjafjallajökull entró en erupción y obligó, durante meses, a desviar el tráfico aéreo a su paso por el Atlántico norte debido a la gran cantidad de ceniza que expulsó a la atmósfera. Siglos atrás los habitantes de Pompeya padecieron las consecuencias del despertar del Vesubio, el volcán que reina sobre la isla de Sicilia. A pesar del riesgo constante no hay que olvidar que son destinos ideales para poder conocer mejor la naturaleza. En España, por ejemplo, poseemos regiones volcánicas de gran valor natural, como el valle de Olot en Girona o el Parque Nacional del Teide, en Tenerife. Por suerte ambos dos no acarrean peligro alguno, pues están inactivos desde hace años.