El extraño caso de María "la tifoidea"
El médico valenciano Eduardo Escartí publica el libro «Todo el agua del océano», un libro que relata la historia de la primera portadora sana de la fiebre tifoidea en los albores del siglo XX
Bajo el sugerente título de Todo el agua del océano(Libros Indie), el médico valenciano Eduardo Escartí relata el caso de María Mallon, la primera persona identificada como portadora sana del bacilo salmonella typhi, resonsable de las fiebres tifoideas. Mary nació en 1869 en Irlanda. Fue uno de los muchos emigrantes que llegaron a Nueva York a principios del siglo XX en busca de una oportunidad. Allí encontró trabajo como cocinera en distinguidas casas, pero también dejó medio centenar de víctimas ajena a su condición. Vivió cautiva en un hospital hasta su muerte en 1938, cuando aún no tenía 69 años.
Escartí explica entusiasmado la historia de esta cocinera. «Es un caso real, que ocurrió en Nueva York en 1906. María Mallon era una cocinera contratada por la burguesía neoyorquina que tenía mucho éxito. En las casas en las que trabajaba se producían de manera continuada casos de fiebre tifoidea. En el verano de 1906, un banquero la contrata y a los 15 días de estar trabajando en la casa se desarrolla un caso de fiebre tifoidea. Al poco, cae enfermo el jardinero y después la hija del banquero. Llamaron al médico, que diagnóstica fiebre tifoidea. Llaman al departamento de salud que estudia los depósitos de agua, las cañerías, los pozos ciegos y no encuentran ninguna razón por la cual podría haberse surgido ese brote. El caso queda sin resolver y los enfermos se recuperan. Pero la propietaria de la vivienda no quería que ese estigma quedara en la casa, quería descubrir qué había pasado. Llama a un ingeniero sanitario, Soper, que vuelve a investigar y tampoco encuentra razón por la cual se produjo ese brote. Reúne al servicio, pero falta la cocinera. Y, como en una novela policíaca, se dice que será por algo. Intenta ponerse en contacto con ella, pero la cocinera no quiere saber nada. Al final, denuncia sus sospechas al sistema de salud: María Mallon podía ser una portadora sana».
Concepto casi contradictorio
El concepto de portador sano, explica Escartí, «hoy lo tenemos muy asimilado, pero hay que tener en cuenta que en 1902 fue la primera vez que Robert Koch demostró que existía esa figura. La figura de portador sano, desde el punto de vista epidemiológico y médico, es un poco extraña porque plantea cómo es posible que una bacteria esté conviviendo con nosotros, una bacteria que es patógena, que produce alguna enfermedad, y nosotros no desarrollemos esa enfermedad». «Ese concepto, que ahora nos parece muy normal, entonces era extraño e incluso contradictorio con la teoría microbiana que decía que las bacterias eran las culpables de la enfermedad».«Soper -continúa el médico valenciano- explica a María que ella era portadora sana, pero no le creyó pues nunca había desarrollado la enfermedad».
Todo el agua del océano, además de contar el caso de María Mallon, pone en evidencia también, dice Escartí «la forma discriminatoria en que María fue tratada, ya que fue encerrada en un hospital en 1906 hasta el día de su muerte, en 1938, cuando tenía 68 años». A partir de entonces, añade, «se empiezan a descubrir más portadores sanos, a quienes obligaron a firmar declaraciones juradas para no trabajar en sectores como la restauración, pero nunca se les encerró». A María, sin embargo, «sí se le apartó, se le trató de forma discriminatoria», lamenta el galeno.
Apestados
Por ello, Escartí lamenta cómo «convertimos en apestados y apartamos de nuestro entorno a quienes enferman. María fue la mala de la historia; durante muchos años se le ha considerado la tozuda, la irracional, la poco cooperadora. Y al ingeniero Soper se la ha tenido como el hombre brillante de la historia. Se han creado dos clichés de bueno y malo, y realmente ni María era tan mala, ni Soper era tan bueno».
Sobre el título del libro, Escartí explica que «también podría ser ‘El extraño caso de María Mallon’, pero Todo el agua del océano es porque en una carta que dirigió al departamento de Salud, María explica que ni todo el agua del océano será capaz de lavar mi culpa».
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