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Sudáfrica como coartada

aprovechando el desolador panorama en el que se encuentra inmersa la campaña citrícola no faltan quienes pretenden aprovecharse del comprensible clima de desánimo que impera entre los productores para apretar todavía más las tuercas. Más de un operador comercial -tanto cooperativo como privado- está haciendo circular estos días, a modo de globo sonda destinado a los agricultores a quienes tiene que liquidar la cotización por sus cosechas, que la culpa de todo el desastre la tiene Sudáfrica. Resulta curioso escuchar este tipo de cosas porque los precios a pie de almacén no han experimentado grandes variaciones respecto al pasado ejercicio y otro tanto sucede con los precios que han estado pagando y pagan los consumidores por las naranjas y mandarinas.

Algo está fallando y alguien -me refiero a las Administraciones- tendría que investigarlo y tomar medidas, puesto que aquí todo el mundo obtiene su margen de beneficio menos los agricultores. Y mientras, Sudáfrica se sigue invocando como la fuente de todos los males, como el chivo expiratorio para justificar cualquier tropelía; una simplificación sin duda excesiva, porque Sudáfrica, es sólo la punta del iceberg de otras cuestiones de mayor calado que lastran la actividad citrícola.

No se trata de minimizar el problema de Sudáfrica, sino de situarlo en su justa medida, ya que no hace falta irse tan lejos para encontrar otros asuntos cruciales que perjudican a este sector y juegan en su contra. Mientras tanto, los productores de cítricos andamos más que sobrados de diagnósticos, análisis y propuestas. Todo eso lo escuchamos en la reciente convención citrícola del PSPV-PSOE, como escuchamos también comprometerse a los dirigentes del PP a mejorar la ley de la cadena alimentaria. Se nota que hay elecciones a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la puesta en marcha de medidas eficaces sigue sin concretarse y la amarga sensación que nos queda es la de que se está tratando de ganar tiempo mientras se marea la perdiz.

Tampoco faltan en las propias filas del colectivo agrario quienes parecen más interesados en hacer campaña política que en asuntos de mayor enjundia profesional o quienes, sencillamente, se dejan mecer por los cantos de sirena de la demagogia. No se puede decir que se está defendiendo la citricultura y propiciar al mismo tiempo la pinyolà exigiendo barra libre a la hora de instalar colmenas. Primero es preciso actualizar el Sigpac citrícola para conocer la distribución exacta del mapa varietal y, después, señalar cuáles son los lugares adecuados para situar los enclaves apícolas porque esa es la única fórmula de garantizar la buena convivencia entre dos sectores básicos. Estamos hartos de escuchar según qué cosas y de oír hablar de futuro, porque lo que necesitamos es empezar a construir ese futuro de una vez por todas.

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