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Políticos y Economía

Políticos y Economía

Cada vez más nos parecemos a aquella vieja Italia donde personajes como Giulio Andreotti podían llegar a presidir el Consejo de Ministros en siete ocasiones. Siempre mandatos cortos, porque la inestabilidad política era norma en aquel país. Como está sucediendo en España desde hace ya un lustro, con la sutil diferencia de que nuestros vecinos del Mediterráneo siempre tuvieron finezza suficiente para ponerse de acuerdo con geometrías impensables cuando se rompía el breve y anterior acuerdo. El partido comunista y la democracia cristiana no llegaron a gobernar porque no tocaba en aquel mundo de la Guerra Fría. Ahora, dos formaciones supuestamente antagónicas como la Liga Norte o el Movimiento 5 Estrellas se han aliado en uno de los gobiernos más extraños del mundo, solo al alcance de los italianos. Aquí, qué les voy a decir, llevamos ya meses con el Ejecutivo en funciones y con los partidos poniéndose vetos los unos a los otros. No sé a ustedes, pero esto a mí me huele a elecciones generales en noviembre, las cuartas en cuatro años. O sea, que salimos a comicios anuales. Por cierto, como hacían los romanos para elegir a cónsules y pretores.

Sin embargo, como sucedía en los tiempos en los que l'avvocato de la Fiat Gianni Agnelli reinaba en la Italia industriosa, la economía eppur si muove, que decía Galileo. Aunque es cierto que no había tanta competencia, aquel país castigado por el fascismo y la guerra acabó entrando entre las mayores economías del mundo y ahí seguía pese a la fragmentación política.

Viene este largo preámbulo a cuenta de las últimas previsiones de la Comisión Europea, que elevan en dos décimas el crecimiento español para 2019 y el consiguiente anuncio del Gobierno de que va a modificar al alza sus propios cálculos. España, pese a la falta de estabilidad política, va como un tiro en términos macroeconómicos, en el grupo de cabeza de los países de la eurozona y sin que, de momento, le estén golpeando como a otros esas incertidumbres internacionales que con tanto entusiasmo siembra el impredecible Trump. Dicho de otra manera, da la impresión de que la economía es como una especie de sustrato vivo, se mueve sola y avanza por los impulsos de la sociedad, sin que los políticos sean especialmente necesarios. En Cataluña está sucediendo algo muy similar, con sus dirigentes centrados casi exclusivamente en una misión tan poco productiva como el movimiento independentista. Pese a todo y a algunos reveses clamorosos, como la pérdida de sedes, de momento no se otea una hecatombe en su economía. No quiero decir con esto, desde luego, que la inestabilidad sea beneficiosa. Es irrebatible la necesidad de un Gobierno y de uno que tome medidas. Pero da que pensar.

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