Con los años, se han acostumbrado a que las llamen pioneras, pero lo cierto es que se rebelan contra ese adjetivo. Cualquiera que acuda a una jam session diría que el jazz valenciano tiene a pocas mujeres entre sus filas, pero son solo apariencias. La Comunitat Valenciana cuenta con una de las canteras de intérpretes femeninas más destacadas del panorama nacional. Cantantes como Viktorija Pilatovic o pianistas como Kontxi Lorente residen, tocan y enseñan jazz a las nuevas generaciones en la Comunitat Valenciana. «Nunca he visto como una hazaña poder ser quien quiera», aclara Lorente. Ella es una de las pianistas de jazz más reputadas del territorio nacional y una de las pocas mujeres de España que enseña jazz en un ciclo superior de música. ¿Por qué? «Esta pregunta me la he hecho muchas veces, pero nunca he sabido dar una respuesta en firme. Cuando empecé a estudiar jazz lo hice porque me gustaba. Fue mucho más tarde cuando me di cuenta de que, al parecer, yo era un bicho raro». Según Kontxi Lorente, cayó en la cuenta cuando comenzó a tocar junto a «25 tíos en una Big Band». «Era la única mujer y no entendía por qué», confiesa. Navarra de nacimiento, Lorente vive desde hace más de 10 años en València, donde imparte clases en el Conservatorio Superior de Música Joaquín Rodrigo. «Fui una de las pocas mujeres estudiando jazz en el Taller de Músics de Barcelona, y años después solo éramos cuatro mujeres viviendo profesionalmente del jazz. Entre ellas estaba Eli Raspall y Giulia Valle», asegura Lorente, quien reconoce que siempre ha sentido mucho apoyo por parte de sus compañeros.

Según la pianista, las mujeres se ven obligadas a demostrar más que los hombres sobre el escenario. «Me ha costado conseguir que el público me viera como una más. Es decir, que se olvidara de que soy una mujer. Quería que me valorara como músico. Ahora, me gusta pensar que realmente me valora por lo que he demostrado», reconoce. Esta situación ha provocado que ella sea vista por otras mujeres como «una luchadora». Algo que le provoca una sensación agridulce. «Nunca pensé que iba a ser referente por algo así, por ser mujer y desempeñar mi vocación», asegura. Kontxi Lorente es un modelo también dentro del conservatorio. «Enseño a mujeres que lo están dando todo por hacerse un hueco en el panorama jazzístico. Espero que no abandonen su sueño, y menos por algo así», señala. La nueva cantera de jazz del conservatorio superior está formado por cinco jóvenes intérpretes. Cinco mujeres entre más de un centenar de hombres.

Cecília, una trompa curtida en el clásico, decidió meterse de lleno en el jazz hace tan solo ocho años. «Ya sabía que era un mundo absolutamente masculino. Como toco la trompa, estoy acostumbrada a ser el bicho raro», bromea esta profesora de música de Aldaia. Ella fue la tercera mujer en obtener el ciclo superior de trompa y es hija de otra pionera: Pilar Ruiz, la primera directora de banda de España. Dirigió la banda municipal de Albuixech, donde también comenzó a tocar sus primeras notas Cecília. «El mundo del jazz necesita que las mujeres sigamos abriéndonos camino», asegura.

«El jazz nunca ha sido una música comercial. No es la canción del verano, pero es muy atractiva y estimulante. Hay que dar más a conocer el género para que hayan más instrumentistas», defiende Kontxi Lorente. En el ámbito vocal hay muchas más, pero sufren otro tipo de estigmas. Lo sabe bien Clàudia Key Day, cantante de jazz e integrante de grupos como Nina Dinamita y La Swing Milicia. «Las cantantes de jazz tenemos que demostrar que no solo somos una voz y una cara bonita», asegura la artista, quien también forma parte de la agrupación de Xavi Sarrià. «En la escena de música valenciana y catalana no hay muchas mujeres en general. De hecho, en una ocasión me dijeron: 'Has sido la única mujer del cartel de este festival'. No me lo podía creer», explica.

La Vitti, el Jimmy Glass, el Monterrey, la Sala Matisse, Radio City... Hay infinidad de locales que programan jam sessions semanales. En ellas, la presencia de las mujeres es ínfima. Según Key Day, esto es consecuencia de la «estructura heteropatriarcal que conforma nuestra cultura». «Las esferas intelectuales y de poder estaban reservadas tradicionalmente a los hombres. El jazz es una música intelectual, por lo que las mujeres quedaron relegadas al papel de la cantante», lamenta. Según Kontxi Lorente, también hay que tener en cuenta que la «mujer siempre ha estado relacionada con el ámbito domestico y privado». «El jazz es una música que se ha desarrollado en pubs y clubes nocturnos donde la mujer no tenía cabida. Cuando era la hora de la jam session, la mujer estaba en casa con los hijos o con las tareas domésticas. No eran lugares para ella», explica la pianista.

Sin embargo, Clàudia opina que el hecho de no haber mujeres en las jams provoca que otras rehusen subir al escenario. «Cuando ves que solo hay hombres, te da palo subir. Además, si no conoces casos cercanos de mujeres que tocan jazz y se atreven a tocar en un ambiente tan masculino es muy difícil pensar: 'Yo puedo'», aunque reconoce que siempre ha tenido un gran apoyo por parte de sus compañeros. De hehco, uno de ellos fue quien le animó a subirse a una jam. «Ver sobre el escenario a una mujer batería o a una bajista resulta curioso. Entre el público se suele decir: '¡Hay una mujer a la batería! Vamos a ver como toca'. Resulta intimidante», asegura Kay Day. Lorente va más allá. «Cuando ves a una mujer tocando la batería, el contrabajo o el piano te llama la atención. No por machismo, sino por falta de costumbre. En otra ocasión, una mujer me dijo tras un concierto: 'Qué valiente eres, Kontxi'. Y yo le dije: '¿Por qué soy valiente? ¿Por hacer lo que quiero? Todo el mundo debería dedicarse a lo que más le gusta en la vida, y nada debería pararlo», concluye.