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El club al barro

El club al barro

El Valencia ha aprovechado bien el parón sin liga, dos semanas que han durado varios meses. Con la calma que permite el paréntesis se ha dedicado a colectivizar sus intereses, a fortalecer sus propósitos y a darse cuenta de los peligros que le acechan si no comienza pronto a ganar partidos. No, en realidad el Valencia ha empleado estos días valiosos en acuchillarse, internamente y también con su entorno, fabricando cuestiones aparentemente capitales como el blindaje público de su día a día; pequeños pasatiempos que solo reflejan la inseguridad rozando la paranoia de quienes los protagonizan.

Extrañamente mientras más trataban unos recién llegados de blindar la imagen del club (cualquier día van a lograr su total anonimato), más patente se hacía la realidad. Todos los actores en este partida han desnudado sus intenciones y comenzamos a conocer su lugar en esta partida.

El Valencia se quema por dentro, con luchas intestinas (siempre me encantó escribir esa expresión), refriegas de quienes buscan amarrar el puesto en la mayor época de incertidumbre. La búsqueda de méritos ante el jefe lejano, no tanto ante el valencianismo.

La propietaria emite tufo de agotamiento desde que dejó de hablar del futuro y solo se enfoca hacia la revalorización de la propiedad al corto plazo. Por primera vez ya no es tabú juguetear en torno a la caducidad de Meriton en Valencia, pareciera incluso que ellos la alimentan. En lugar de querer reconstruir un club de fútbol se trata de revalorizar los cascotes. Viendo el nivel de los aspirantes desvelados, pueden tomárselo con calma.

El director deportivo apenas roza el fútbol, lo suyo es reptar en la fontanería. Teniendo en cuenta que su obra hace aguas por todos los flancos no se entiende demasiado como en lugar de afanarse en la búsqueda de un proyecto serio, de una personalidad definida para un equipo gris, tiene tiempo para entregarse a otra batalla, la de ensanchar sus atribuciones. Entre tanto Carboni, lo más parecido al peronismo que tenemos en la zona, revolotea entre polen. Debe intuir la afición de Meriton por los golpes de efecto. Largo es el tiempo.

La responsabilidad de todo esto no es ni del entorno ni de esta suerte de ejecutivos diplomáticos de corresponsalía en el extranjero. La responsabilidad es de un propietario llamado Peter Lim. Lo suyo no es inoperancia, es desdén. Capaz de dejar al club sin demasiados asideros para la esperanza. Las cosas casi siempre se pueden hacer bien o mal. Incluso terriblemente mal.

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